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miércoles, 16 de febrero de 2011

Estos son mis principios; si no le gustan, tengo otros.

Los titulares de los periódicos que nos hemos desayunado hoy nos anunciaban que el Gobierno había renunciado, finalmente, a la pretensión de limitar la vida util de nuestras centrales nucleares a 40 años, lo que habría supuesto, de facto, el carpetazo definitivo a la utilización de la energía nuclear en España, que desaparecería con el apagado del último reactor.

Para ello ha buscado (o encontrado, más bien) como extraños compañeros de viaje a PP, CIU y PNV para, junto con los votos del PSOE, sacar adelante esta enmienda a la no menos extraña Ley de Economía Sostenible. Ya saben, aquélla que en el debate sobre el estado de la nación de hace un par de años se anunciaba como la piedra angular sobre la que construir un necesario y nuevo modelo de economía productiva (sic)  y que, en la práctica y tras un tortuoso trámite parlamentario (no deja de ser curioso echar un vistazo al proyecto presentado), será recordada como la de la "ley sinde" y la prórroga a las nucleares.

Hoy Zapatero (ayer era incapaz de responder a la pregunta de si había cambiado su postura en el tema nuclear con algo mas que una sonrisa forzada y un "no, no, no" a lo Amy Winehouse) se escudaba en su cara a cara con Rajoy (a éste le ha faltado tiempo para echarle en cara eso de que el Presidente hace una cosa y la contraria) en que la economía no está quieta (como el líder del PP, que no se mueve un milimetro esperando que le caigan en las manos las llaves de Moncloa) y que la situación que atravesamos (ya saben, eso que para simplificar llamamos crisis) exige actuar y hacer un ejercicio de responsabilidad, en los términos ayer expuestos por el portavoz parlamentario del PSOE José Antonio Alonso.

El objeto de este post no es criticar el hecho de que se prorrogue la vida útil de las centrales nucleares. O que, después de un sesudo y calmado ejercicio de reflexión, el Gobierno en general y el Presidente en particular hayan cambiado de opinión respecto a este tema. Critico, fundamentalmente, que lo que esto demuestra es que se carece de una política predefinida en un tema tan importante como el energético. ¿Cuál es la agenda política del Presidente? Está claro que no es el programa electoral de su partido. Pero es que tampoco parece serlo aquéllo por lo que él mismo apostaba hace no tanto. En 2009 fue cuando se decidió cerrar Garoña. ¿Lo que valía hace menos de dos años no vale ahora?

Yo me pregunto, si Zapatero apostaba por cerrar las nucleares tras 40 años de servicio aventuro que sería, por ejemplo:

a) bien porque contaba con informes técnicos que aconsejaban no extender su vida útil mucho más allá por seguridad.
b) bien porque por convicción personal entendía que España no debía apostar por esta energía
c) bien porque por compromiso político hacia una parte importante de su electorado se veía en esa tesitura

¿Qué ha cambiado? ¿La realidad objetiva? ¿Sus convicciones personales? ¿Su compromiso político?

Todo esto es criticable. Pero lo que de verdad me molesta, lo que como ciudadano me indigna, es la incapacidad que nuestra clase política tiene, y muy en particular nuestro Presidente, para tomar decisiones y asumirlas. Porque ese es su trabajo. Entiendo que tiene que ser complicado hacer hoy lo que ayer dijiste que no harías. Pero lo que ya es una pirueta imposible es hacer eso (de manera sistemática) y no tener el talante de asumirlo, apechugar con la decisión y explicarlo. Claro, explicar lo inexplicable es harto complicado. Cómo hacer entender a la gente que donde ayer decía digo hoy digo diego. Igual no se puede. Lo más cercano a una explicación plausible, las declaraciones de un Jáuregui ufano que reconocía que, tal y como está el percal, "el Estado, la política, no lo puede todo y cada vez es más evidente que la empresa puede mucho más".

Apaga y vámonos. Esto es lo que de verdad me indigna. Esa frustración, esas orejas gachas, esa evidente ausencia de rumbo político, de agenda propia, de discurso. De políticas. Por muy tremenda que esté siendo esta crisis no puede servir para justificar el completo amilanamiento de nuestros dirigentes, de los primeros servidores de lo público. Me niego a aceptar, me indigna como ciudadano, me revuelve lo más profundo de mi conciencia democrática el tener la sensación de que nuestras instituciones y quienes las habitan no son más que títeres, zombies lobotomizados por el discurso único proveniente de no sé sabe muy bien dónde pero en boca de todos (desde los mercados famosos a las instituciones internacionales como el FMI, pasando por la UE y lo más granado de nuestra clase empresarial o los distintos lobbys de todo tipo y pelaje que infiltran nuestros centros de decisión). En boca de todos menos de lo quien más importa: la ciudadanía que sufrimos este desgobierno y que lo estamos asumiendo con cívica disciplina.
Si las cosas sólo puede hacerse de una misma manera según dictan esos oráculos, si ya no hay diferencia entre izquiera y derecha; si el futuro de nuestro estado del bienestar va a ser indefectiblemente el mismo una vez que los discursos políticos con identidad propia parecen disueltos en el magma del pensamiento único... entonces no necesitamos tanto dirigente, tanto cargo, tanto representante... bastarían meros gestores, tecnócratas.

Estoy indignado con nuestra clase política que está, directamente y desde mi humilde opinión de vocecilla entre la multitud, minando las bases de nuestro modelo democrático. La democracia no puede consistir en depositar un voto en una urna cada cuatro años. En que el partido de turno se pase por el forro de su programa político lo que allí proponía, a lo que allí se comprometía porque "la responsabilidad" le exige actuar muchísimas veces de una manera diametralmente opuesta a lo que los ciudadanos en general y sus votantes en particular esperaban. Si van a practicar ese relativismo, que incluyan, entonces, en sus próximos programas electorales aquél axioma marxiano (grouchiano, si se quiere) del "estos son mis principios; si no les gustan, tengo otros".

Siempre podría consolarme pensando que el Presidente no es un pusilánime sin criterio y que, en el fondo, tiene una agenda política (aunque opaca). En este caso, en el apartado energético esta "prórroga nuclear" conjugaría perfectamente bien con la perla de José Bono en tierras guineoecuarianas (que es muchísimo más lo que nos une que lo que nos separa con el régimen de Obiang; ¡donde estén unos buenos yacimientos petrolíferos que se quiten los derechos humanos!) buscando para nuestra empresas una porción del oro negro africano.

Quiero una Política (sí, con mayúscula) distinta: comprometida, responsable, transparente y participativa.

Lo importante es que no soy el único.

lunes, 14 de febrero de 2011

Las reglas del juego han cambiado

Se esperaba con bastante expectación la gala de la 25º edición de los premio Goya por numerosas razones. Una de ellas era el discurso que pronunciaría el hasta ayer presidente de la Academia, Álex de la Iglesia, después de la polvareda que levantó su anuncio de dimisión con efecto demorado.

Personalmente no entendí esto del dimito y, parafraseando a José Mota, hoy no... ¡mañana! Pero sí que comprendí sus motivos, ya que se había involucrado tantísimo en el debate que no estaba hablando en nombre del gremio, como representante, sino simplemente, como una parte del todo. Y eso se volvía radicalmente incompatible con su posición de Director de la Academia.

Por eso me gustó su discurso de ayer. Me voy, lo dejo (insisto, creo que hubiera sido más oportuno o bien dejar el cargo en el momento en que anunció su dimisión o bien anunciar la misma justo al acabar de leer el discurso de ayer) pero antes os digo esto como presidente vuestro que soy. Despertad, revolveos, asumid la realidad y actuad.

Hechos. Internet ha revolucionado el mercado del cine (como tantas otras cosas). Internet es el presente, no el futuro. No es un enemigo a combatir, no está poblada por otra cosa distinta a ciudadanos, como lo que hacen cine, música o pan. Como los que van al cine o se quedan en casa viendo Sálvame. Internet es una realidad que está modificando el modo en que entendíamos la comunicación, la información, las relaciones sociales... Y ha llegado para quedarse. Genera problemas y dificultades pero, a cambio, abre una puerta gigantesca de oportunidades.

No se puede negar que Internet está contribuyendo al descenso del número de espectadores en las salas de cine, pero no es ésta la única causa ni, quizá, la más importante. El problema para mucha gente es que no hemos visto (o apenas) autocrítica desde una industria (cinematográfica, musical, editorial...) que parece fiar su futuro y viabilidad a ponerle puertas al campo (¿hay que recordar la sucesión napster, audiogalaxy, kazaa, edonkey, emule, ares, azureus...?), a engendros como las sociedades de gestión de derechos o a aberraciones jurídicas como el cánon digital. O a "leyes Sinde".

No creo que haya nadie que defienda una cultura del "gratis total" (sólo los ignorantes y los necios; y los delincuentes, sí). No lo hace Álex de la Iglesia. Lo que se defiende es que se abandone el tradicional inmovilismo de la industria, enrocada en una posición tan numantina como insostenible (un modelo de negocio en coma terminal) y enfrentada a sus propias contradicciones (las nuevas tecnologías han favorecido el impulso del trabajo de muchos autores pero, sobre todo, demuestran que existe una demanda real y creciente de contenidos; no olvidemos que Internet no es más que el medio).

Efectivamente, suele considerarse a las crisis como oportunidades para el cambio. Pero hay que querer cambiar. Hay que actuar. Pero antes, para dar ese paso, habrá sido necesario asumir la realidad, claro. Decía Isabel Coixet en un reciente artículo de opinión que "el espectador de hoy, mientras ve una película en su ordenador, come, fuma, twitea, contesta correos, cuelga comentarios en los muros de los amigos. Así son las cosas". Así son las cosas. A mi me sigue gustando mucho ir al cine a ver una película recién estrenada en pantalla grande, sentado en una butaca en una gran sala en penumbra. Sigue siendo una sensación única. Pero también he visto decenas de películas en casa, en televisión. O en VHS, películas alquiladas o que me pasaba algún amigo. O en DVD...

Estoy deseando ver la última película de los Coen, pero quiero escuchar al gran Jeff Bridges su voz. En mi ciudad (la de la SEMINCI, por cierto), desgraciadamente, apenas hay cines que proyecten VO, así que me veo abocado a verla en versión doblada, o a ir a Madrid, o a esperar el dvd... O a acudir a internet, donde quizá pueda satisfacer mi demanda. Aunque no a cualquier precio. Busco fiabilidad, seguridad, rapidez y calidad. No quiero cualquier cosa.

Dicen que no es posible luchar contra esta nueva realidad que representa Internet. Ese es el problema, de enfoque. No hay que luchar, hay que adaptarse. Las reglas del juego han cambiado. Yo no pido que nadie me regale su cine, su música, sus libros, pero tampoco quiero que se estrangule el caudal de oferta y se infle  el precio a pagar por el empecinamiento de una élite privilegiada que se piensa que su negocio es diferente al resto y que se niegan a dar el paso hacia un nuevo modelo (hacia una manera diferente de hacer dinero). Decían que no era posible, y llegó iTunes, amazon, netflix, spotify...

Hay que trabajar en ese nuevo modelo para esta nueva realidad. Desde hace un tiempo circula por la red un manifiesto que propone una serie de criterios como punto de partida. No puede decirse que los internautas que Álex de la Iglesia reivindicó como ciudadanos en su conciliador discurso no tengan propuestas. No hay que tenerle miedo a Internet. No hay que temer el cambio.

jueves, 10 de febrero de 2011

Democracia, información y redes sociales

A raíz del post de ayer, retomo el tema de la relevancia de las redes sociales, que me suscita algunas reflexiones. 

Tenemos a nuestro alcance más información que nunca. La máxima de que la información es poder sigue siendo cierta, pero las nuevas tecnologías de la información están contribuyendo a democratizar su tenencia, que ya no sólo es ostentada por una reducida élite. Ni siquiera la información más sensible. Ahí tenemos el fenómeno Wikileaks.

Por otro lado todos tenemos una voz que, es cierto, hemos tenido siempre. Pero ahora contamos con instrumentos para amplificarla si verdaderamente tenemos algo importante o interesante que decir. O que importe e interese, quizá sea más correcto. A su vez, tenemos la opción de estar más informados que nunca. Y yo creo que mejor, ya que la transmisión, selección y análisis de la información ha dejado de ser un monopolio en manos unos pocos. Quiero creer que esta aplicación de las TIC está sentando las bases de una sociedad más abierta, más informada, mejor formada, más libre.

Los acontecimientos de estas últimas semanas en el mundo árabe creo que no son sino una buena muestra de ello. Internet y sus redes sociales sirven para abrir una ventana a través de la cuál dejar entrar aire fresco. Y a través de la cuál dejar salir las voces de aquéllos que en otras circuntancias no podríamos escuchar. Al margen del potencial que estas herramientas tienen como instrumento de movilización.

En el siglo XXI parece muy difícil que regímenes totalmente blindados ad intra y ad extra sean sostenibles (salvando, quizá, el dramático caso de Corea del Norte). En China (pese a la connivencia de Gobiernos y empresas occidentales como Google), Irán (recordemos la reciente revolución verde) o Cuba, por poner tres representativos ejemplos, tienen dificultades para evitar que sus ciudadanos accedan a través de internet a información quelos gobiernos encuentran "no deseable". O, para estos regímenes peor aun, que a través de la red se demuestre que existe una sociedad interna crítica y frontalmente opuesta a los mismos,  integrada por ciudadanos formados e informados, que aspiran a otra cosa... Y que pueden estar incubando la próxima revolución.

Ya en nuestro envidiable occidente, paladín de las libertades y la democracia, estas herramientas pueden servir, como decía, para acceder a más información que nunca, a través de la cual formarnos mejor una opinión de las cosas para, en última instancia, ser más libres. Pondré un ejemplo: la reciente aprobación es España de la reforma de la Ley Orgánica de Régimen Electoral General que, lejos de actualizar y racionalizar nuestro criticable sistema electoral, se ha limitado ha introducir reformas puntuales, una de ellas especialmente sonrojantes: los llamados bloques electorales en la televisión, que se traduce en extender al conjunto de cadenas (hasta ahora sólo se aplicaba a TVE) la obligación de dar cobertura informativa electoral a los partidos políticos de manera estrictamente proporcional a su representatividad, que es lo que se esconde detrás de los principios de proporcionalidad y neutralidad informativa (artículo 66.2). Lo que se traduce en más propaganda para los dos grandes partidos (que ya abusan de las ruedas de prensa sin perguntas o la autoedición del contenido de sus propios actos) en detrimento de los pequeños partidos o las nuevas formaciones (pensemos, por ejemplo, en Equo, que no rascará bola en las pantallas televisivas durante la campaña electoral).

Al margen de sonrojante, la medida es fruto del trabajo de mentes cortas de miras. Los estudios demuestran que la televisión cada vez ocupa un espacio menor en el tiempo que dedicamos al ocio o a informarnos. Existen otros medios, más allá de los tradicionales. Y aquí es donde entra en juego internet. Con sus reflejos de medios de siempre, con medios nuevos, con blogs, foros, facebook, youtube, twitter... ¿Se va a regular todo esto también? No es posible ponerle puertas al campo.

Lo que no entiendo es que se regula el tiempo que los telediarios dedican a la información durante la campaña electoral pero, acabada ésta, no se regula lo que se emite en televisión en horarios protegidos o no. Y no me refiero a las norias o los sálvame. Me refiero a esas cutre-tertulias nocturnas de la TDT que llenan horas y horas con descalificaciones, desinformación y mala sangre. En campaña un telediario no puede dedicarle un segundo de más a un mitin político, pero no pasa nada porque hoy mismo se envene un día más el agua con gatos rabiosos.

Además, mucho se ha hablado a raíz de la llamada Ley Sinde de lo aberrante que era crear un órgano administrativo censor capaz de decidir qué webs podían cerrarse o no. Pues bien, la reforma de esta ley orgánica pretende convertir a la Junta Electoral en una suerte de órgano censor ya que será el que a priori dicte las reglas de "información electoral" (Instrucciones, las llama la norma) que han de respetar las cadenas. Esperemos que concluya que los principios de proporcionalidad y neutralidad informativa tal y como los entienden PSOE y PP (que para esto sí se pusieron de acuerdo). De momento parece que algo se mueve entre los profesionales de la información, que dicen querer promover que la Defensora del Pueblo interponga un recurso de inconstitucionalidad frente a la norma.

En cualquier caso, y dado que los medios de comunicación tradicionales no dejan de ser empresas muchas veces acomodadas y siempre a punto para ponerse al pesebre y no morder la mano que les da de comer (que, no, no somos sus lectores/oyentes/espectadores), hay que luchar por que internet siga siendo un medio libre, abierto, neutral. Donde cada cual pueda decir lo que le parezca (dentro de la legalidad) y todos tengamos acceso a lo que nos interese (dentro de la legalidad). Sin censuras ni controles interesados.


miércoles, 9 de febrero de 2011

¡Habemus Twitter!

En la corta andadura de este blog creo que ya he cantado las alabanzas de la revolución tecnológica en más de una ocasión, con esa recurrente convicción que profesamos los profanos de la cotidianeidad cibernética.

Es evidente que Internet representa un punto de inflexión lo suficientemente profundo como para marcar el arranque de una nueva era. Y probablemente su explosión sea un hito con una proyección bastante mayor que la que los libros de Historia nos cuentan que supuso la invención de la máquina de vapor para precipitar el advenimiento de la Sociedad Industrial.

No en vano se habla del final de esa sociedad industrial en favor de la llamada sociedad de la información, por aquello de que Internet nos ha puesto al alcance de un clic el acceso a una cantidad ingente de información. El problema, probablemente, sea el volumen y la calidad de esa información, que dificulta su procesado y la posibilidad de dar el salto a una verdadera sociedad del conocimiento. En cualquier caso, como magistralmente nos mostró el profesor Manuel Castells, la nuestra es la era de la información.

La llegada de la llamada web 2.0 ha servido para cristalizar una importante vertiente de la sociedad red, facilitando la conexión y comunicación, sobre todo, de las personas (aunque también de empresas, instituciones, administraciones), abriendo la puerta a un uso más proactivo, interactivo y colaborativo de las nuevas tecnologías. Información y comunicación se dan la mano gracias al auge de estas nuevas herramientas y, muy especialmente, de las redes sociales.

Las redes sociales sirven, entre otras muchas cosas, para hacer socialmente tangible el fenómeno de la globalización, dando la posibilidad de que todos estemos conectados con todos o que, al menos, tengamos esa posibilidad. La teoría de los seis grados de separación respaldada por las pantallas de nuestros dispositivos electrónicos.


En este post lo que pretendo es exponer mi punto de vista sobre el fenómeno de las redes sociales a día de hoy (la realidad cambia tan rápido que también lo hacen mis percepciones y puntos de vista, supongo). Y es que yo era bastante reticente respecto a las redes sociales y lo que éstas pudieran tener de positivo. Probablemente porque al pensar en red social pensaba en Facebook, ese establo global en el que parece que tienes que estar para ser considerado una persona normal y actual. Pero no entiendo su propósito ni comparto su banalización de las relaciones sociales; la distorsión que provoca en el ámbito de la privacidad de las personas; su simplificación y simplismo absolutos con la moda de los “me gusta”; o su capacidad para hacer perder el tiempo con farmvilles varios… Llamadme prejuicioso o anticuado. O asocial. Pero facebook is a stupid idiot.

Sin embargo las redes sociales no se acaban en facebook o en tuenti. Abarcan desde myspace a flickr, pasando por spotify o youtube, e incluyendo herramientas como los blogs y los gestores de feed, como Google reader. Todo aquello que sirva para acceder a cualquier tipo de información (en el sentido más amplio y genérico de la palabra), gestionarla de algún modo y, sobre todo, compartirla. Con quién tú quieras, con quien quiera, con quien le interese. Dar y recibir. Compartir. Algo que sólo es concebible en el marco de una red neutra y abierta.

Pero es Twitter la red social que me ha empujado a escribir este post. Otra red social paradigmática de la que mis prejuicios (e ignorancia) me han tenido al margen hasta hace bien poco.


Desde fuera, no entendía la mecánica twittera (de hecho no termino de manejarme del todo bien, sigo siendo un polluelo). No le veía un sentido práctico a esa red social con formato de ristra de sms. De nuevo la simplificación llevada al exceso. Qué se puede aportar en 140 caracteres, me preguntaba. Un mundo.

Para quien no conozca twitter, podríamos definirlo como una herramienta en la que tienes la posibilidad de lanzar mensajes de 140 caracteres al ciberespacio, que serán leídos por aquéllas personas que te sigan. Del mismo modo, tendrás acceso a todos esos mensajes que la gente a la que sigas escriba. Pueden ser lo que yo llamaba banalidades, al referirme a facebook, o puede ser información útil: referencias a artículos o post de temas que te interesan, información en tiempo real sobre algún hecho, opiniones en tiempo real… De hecho, creo que el mayor aliciente de twitter (al margen de favorecer el contacto con personas que comparten intereses… sin la fantasiosa pretensión de convertirlos en amigos) es ese carácter instantáneo. Que al mismo tiempo es la mayor pega que le encuentro. Mi impresión es que el volumen de “información” que se genera es tan ingente que ha de procesarse en el momento, es complicado hacerlo con carácter demorado. Pero, al mismo tiempo, 140 caracteres son suficientes para representar una información en sí misma o para, si son enlaces a algo, sopesar si merece la pena o no.

Está claro que twitter puede servir para perder mucho el tiempo (y echar unas risas, es cierto)  con  trending topics (TT) como #eldelacamisadecuadros, #turismobisbal, los #perezrevertefacts, los #batasunarequisitos... Pero es como todo, depende del uso que se le quiera dar. Y cuando twitter sirve para ocupar mucho espacio de los medios tradicionales, es que algo se mueve.

Recién estrenado el twitter... ¡estrenamos su widget para el blog!

jueves, 3 de febrero de 2011

Una cosa verdaderamente notable

A estas alturas de la película supongo que prácticamente todo el mundo estará al tanto del último highlight “youtubero” que Mariano Rajoy ha protagonizado y que, gracias a esto de las nuevas tecnologías e Internet en general (y las redes sociales en particular), hemos visto sin necesidad de pasar el trago de sintonizar Veo 7 anteanoche.

El líder del PP ha estado estos días de gira mediática mundana, reafirmándose ante su público como el futuro Presidente del Gobierno de este país (no vayamos a llevarle la contraria a todas las encuestas), presidenciable, que se dice. Mostrándose seguro de sí mismo, levantándose de esa cama en la que le llevan postrando un montón de viñetistas como Peridis desde hace tiempo, por su hábito de no ser lo que se dice un animal político precisamente proactivo, ya que parece que su estrategia consiste en esperar, esperar, esperar... Como aquellos emigrantes de la película de Michael Curtiz atrapados en Casablanca esperando el momento de coger el avión a Lisboa. Rajoy va a Moncloa, y lo llevan en volandas las circunstancias... así que para qué hacer méritos. Para qué hacer política.


En estas estábamos cuando mira tú por dónde decide asomar un poco la nariz. Quizá sus asesores le recomendaron que se moviera un poco no fuera a ser que un agonizante Zapatero le arrebatara iniciativa política con su pacto social, que parecía que finalmente iba a fructificar. Así que qué mejor cosa que prestarse a que le amigo Pedro J. le entreviste a uno en su periódico amarillo y en su canal de TDT. Y, hala, a ejercer de presidenciable. Y a aportar propuestas, que tanto se le crítica por no hacerlas.

Y aquí estamos, haciendo chascarrillos por una cosa verdaderamente notable: al presidenciable Rajoy le pregunta una joven estudiante universitaria por las medidas que piensa adoptar para crear empleo cuando llegue al Gobierno y, oiga, que se trastabilla y balbucea (más de lo habitual) y no le sale ninguna. Lo que explica, no sé si tirando de retórica, retranca o cual otra de sus contrastadas virtudes oratorias, y dice: "es que me ha pasado una cosa verdaderamente notable: que lo he escrito aquí y no entiendo mi letra". ¡Hala! Hoy todo el mundo haciendo chanzas por este "lío", como seguramente el propio Rajoy podría calificarlo.

Pero yo no quiero hacer más leña del asunto aquí. Simplemente porque no me parece una cosa tan notable. No lo encuentro cómico. Que el principal aspirante a ocupar La Moncloa y actual líder de la oposición no tenga un discurso estructurado más allá del "lo que este país necesita es unas elecciones" es desalentador. Pongámoslo en sus términos. Dice que España vive el drama del paro sin que el señor Zapatero aporte nada. ¿Qué aportaría él? Se lo preguntaba, inocente, esa votante, provocando el "lío" en la respuesta de marras. Pero es que se lo vienen preguntando a él y a sus correligionarios tanto en sede parlamentaria como fuera. ¿Qué proponen? ¿Cuál será su programa político? (su contrato para con los ciudadanos).

De tan confiado que se siente el candidato Rajoy, en una entrevista por fascículos en El Mundo por fin nos presentaba  sus medidas: económicas y políticas. ¿En qué se concretan? Bueno, por lo que a las económicas se refiere, consisten muy fundamentalmente en insuflar aire al ladrillo, para ver si lo resucitamos, que está contrastado que asienta las bases de un modelo económico de futuro. Ello aderezado con bajadas de impuestos para pymes sin concretar. Sin concretar no ya esa rebaja fiscal (que también) sino cómo piensa compensar esa detracción de ingresos para el erario público y, al tiempo, luchar contra el déficit, otra de sus grandes cruzadas. Aunque sobre esto del déficit algo apunta. A las CC.AA., como fuentes de nuestros males, se las debe meter en vereda a base de ley. Se ve que su partido no gobierna en ninguna CC.AA. que se haya pasado la vigente normativa al respecto por el forro del Estatuto de Autonomía. Ah, que no se me olvide. Prorrogaría la vida útil de Garoña, no vaya a ser que nuestro mix energético se vaya al garete sin la aportación de sus 460 Mw. No sé qué es más triste, si introducir esta medida en el top ten de su plan económico de salvación o que no tenga el arrojo político de apostar abiertamente por la energía nuclear.

Hablando de arrojo político. Sus medidas polítcas: un gran pacto político nacional sobre el modelo de Estado. Que seguro que no hay nada que nos guste más a los españolitos, que PP y PSOE se pongan de acuerdo sobre temas capitales, sea el modelo de Estado, la educación o que el sol se pone por el oeste. Pero hace falta pedagogía, que se dice. A ver si los españolitos asimilamos de una vez que el requisito sine qua non para que haya pactos es que el PP esté en el poder.

Más curisosidades. Habla de despolitizar la Justicia, ¡como si él no hubiera tenido nada que ver en el asunto! O que derogaría la actual Ley del aborto... aunque reinstaurando la antigua. O sea, que no es un problema de fondo, sino de quítame allá esos permisos paternos. Eliminaría también el cánon digital a cambio de sustituirlo por un sistema más justo de protección de los derechos de autor. ¿Cuál? Se ve que todavía no lo tiene definido del todo, por aquello de que quizá lo hubiera propuesto ya en el Parlamento durante el debate de la llamada Ley Sinde.

En fin. Desde mi punto de vista, lo de siempre. Un poquito de populismo y ninguna propuesta, no vaya a ser que la liemos con lo bien que va la cosa.

Las elecciones las pierden los Gobiernos, no las gana la oposición. Es una regla que se cumple casi siempre. Zapatero ha decepcionado a mucha gente que no tiene ninguna intención de votarle. Algunos, incluso, quizá podrían sentirse atraidos por Rajoy. Pero debería ofrecer algo más que eso de repetir machaconamente "generamos confianza".

Pero es más cómodo esperar, cabalgar la crisis tumbado, leyendo las encuestas y sin levantar mucho la voz, sólo para repetir los eslóganes que le han escrito sus asesores... de márketing. Todo para que cuando en 2012 llegue el momento de las urnas, gane por incomparecencia de una buena parte de los electores. Eso sí que va a ser una cosa verdaderamente notable.