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jueves, 26 de mayo de 2011

Puesta de Sol, nuevo amanecer.

Se celebraron las elecciones del pasado domingo y las urnas tomaron, en forma de votos y abstenciones, el pulso de la sociedad española. Sobre los resultados no pretendo hacer ninguna reflexión demasiado profunda, puesto que ya han debido ser hechas todas las posibles por partidos, medios, comentaristas y ciudadanos. Simplemente subrayaré aspectos fundamentales (por cierto, en la web de rtve han publicado un microscopio del voto, fantástico proyecto de visualización de datos basado en fundamentos de open data y desarrollado por la start up española Vizzuality).

En primer lugar, la participación. Muy similar a la de los anteriores comicios. Se temía que una masa enorme de electores se quedara en casa y ejerciera su derecho a la abstención, pero no ha sido así. Ha votado un porcentaje superior al de las últimas eleccione locales en algo más de dos puntos (el 66,23%). Si es que alguna vez existió, la campaña pro-abstención no parece haber tenido éxito. Más allá de ratificarse el hecho de que una tercera parte de los electores sigue prefiriendo quedarse en casa, claro.

Y de los que se acercaron a votar, un 1,70% votó nulo y un 2,54% lo hizo en blanco (frente al 1,17% y el 1,92% de las anteriores elecciones locales), lo que supondría que la suma de estos dos conceptos equivaldría a la cuarta fuerza más votada (lo que suena muy espectacular). Resulta curioso la atención que se ha prestado a este factor en estos comicios (de lo cual me alegro mucho, porque ha permitido explicar esas partes más oscuras del sistema electoral) pero, no nos engañemos, sus efectos han sido similares o equivalentes a los de procesos anteiores, a pesar de haber subido algo su porcentaje.

En segundo lugar, el ascenso de "terceras" fuerzas políticas nacionales, como UPyD o IU. En el caso de los primeros, muy notable al mejorar sus resultados anteriores (últimas generales y europeas). Más discreto en el caso de los segundos, que en un contexto en el que el PSOE se ha desangrado no han sido capaces de atraer a una mayoría de esos antiguos votantes socialistas.

En tercer lugar, el retroceso de las fuerzas políticas nacionalista y regionalistas. Todas ellas, sin excepción, han perdido cuota (salvando el caso de Bildu, claro). Aunque no se celebraban autonómicas ni en Cataluña, País Vasco o Galicia, si que se celebraban locales. Ni CIU, ni PNV o BNG han alcanzado los resultados de 2007. Pero tampoco la UPL en Castilla y León, el PAR o la CHA en Aragón, CC en Canarias... ¿Pierden fuelle los discursos localistas?

En cuarto lugar, el hundimiento del PSOE, al que la gestión de la crisis le pasa una factura de millón y medio de votos que han pagado sus candidatos locales y autonómicos pero que ha sumido al partido que sustenta el Gobierno de España en un estado de shock.

En quinto lugar, el ascenso del PP a la mayor cuota de poder municipal y autonómico de su historia (y de la historia de la democracia española). Del bipartidismo se ha pasado a un monopartidismo que pinta de azul el mapa de España. El espacio político español de la derecha (del centro-derecha a la extrema derecha) aparece aparentemente tan compacto y estable como siempre (ya lo decía El Roto hace poco), más allá de los votos que pueda pescar allí UPyD, que se nutre de votos a ambos lados. 

Es en la izquiera donde se ha fragmentado el espacio político. El retroceso del PSOE y su aparente incapacidad para recuperarse del golpe (más allá del cambiar para que todo siga igual), hace que parte de su espacio pueda ser ocupado por otras fuerzas, existentes o nuevas. Una de las máximas candidatas a ello sería IU (si se asimila la premisa de que una gran parte del electorado socialista que abandonado al PSOE lo ha hecho por no seguir éste una hoja de ruta "de izquierdas"). Pero el de IU a escala nacional parece que es un proyecto gastado sujeto a una perenne refundación que nunca llega. Sus resultados en estas elecciones, teniendo en cuenta el contexto, deben ser considerados como pobres. Y el proyecto de UPyD habrá que ver dónde llega cuando se acabe el sectarismo y populismo de Rosa Díez y su discurso "nacional". Es cierto que aun no han tocado techo electoral (han ido mejorando sus resultados) pero veamos qué discurso proyectan ahora que van a tener más visibilidad, más allá del "ni rojo ni azul, magenta".

Existe espacio político para alguna nueva formación que traiga no sólo el aire fresco de la novedad, sino nuevas propuestas que conformen un proyecto político sólido con vocación de ser compartido por toda esa inmensa cantidad de ciudadanos decepcionados que represente una alternativa a las gastadas y manidas propuestas de siempre. Una alternativa que refleje sus inquietudes y sus deseos, que siente las bases para una mayor y mejor democracia. Que dinamice y revitalice el espectro político favoreciendo que las fuerzas tradicionales abandonen su inmovilismo. Que contribuya a una necesaria regeneración política.

Porque si algo ha demostrado el movimiento #15m es que los ciudadanos (al menos un alto porcentaje) están muy cansados de una forma de hacer política y de una clase de políticos; pero que no sólo es que quieren política, sino que quieren más política. Dicho esto, añadiré que para mi hay diferencias entre el #15m y #acampadasol. Diferencias que no deberían obviarse. El primero reflejaba ese mensaje de desafección y deseo de cambio lanzado por la ciudadanía a los políticos, abogando por más y mejor democracia, por sentirse más y mejor representados, por mostrar un anhelo de participación. El segundo es un movimiento que ha llegado a un estadio posterior y que se ha encerrado en un callejón sin salida y un punto incoherente al pretender elaborar un programa de propuestas que, necesariamente, serán parciales, deslavazadas y no compartidas por en su totalidad por la mayoría.

No se puede afirmar que no se representa a nadie pero, al mismo tiempo, se elaboran propuestas que se presentan como exigencias para la clase política. ¿En nombre de quién? Las características a las que hacía referencia antes (parciales, deslavazadas, no compartidas) harán que los políticos critiquen con desdén desde su atalaya el movimiento, ninguneándolo y valiéndose de ello para obviar lo más importante, lo que unió a tanta gente: la denuncia del sistema político, el bipartidismo, el deficiente sistema electoral, la falta de cauces de participación, la lejanía de los partidos en relación a los ciudadanos...

Como decía, ha de canalizarse lo que no es sino un anhelo de política, entendido como recuperación de la participación e interés ciudadano en los asuntos públicos, hacia nuevas plataformas que se integren dentro del sistema para así modelarlo desde dentro. Las revoluciones sólo pueden hacerse desde dentro.

El mayor exponente, para mi, es Equo. Nacido desde el seno de la sociedad civil, abierto a todos, participativo y con el objetivo declarado de hacer de temas como el ecologismo político, la equidad social o la defensa de los derechos humanos ejes permanente del debate político. ¡Es el momento!




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