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martes, 27 de septiembre de 2011

La cara de los mercados.



Trader.- Los mercados se van a precipitar, van a hundirse porque, ahora mismo, los mercados son gobernados por el miedo. Los inversores, el gran capital, el capital “inteligente”, me refiero a los grandes fondos, los fondos de capital riesgo, las instituciones… no se creen el plan de rescate, saben que el mercado está “quemado”, que el mercado de valores está acabado, que el euro, en lo que a ellos se refiere, realmente no les importa nada. Se han llevado su dinero hacia activos más seguros como bonos del tesoro, bonos a treinta años, el dólar… así que (el plan) no va a funcionar.

Periodista.- No dejamos de escuchar que, no importa lo que los políticos sugieran, nada sirve. ¿Podría señalarnos, exactamente, que haría felices a los inversores, qué les haría sentirse más seguros?

Trader.- Es una pregunta complicada. Personalmente creo que no importa lo que se haga. Verá, soy un trader y, realmente, no me importan ese tipo de cosas. Si veo una oportunidad para hacer dinero, voy a por ella. A la mayoría de traders no nos importa cómo van a arreglar la economía, cómo van a solventar la situación en general. Nuestro trabajo consiste en hacer dinero con lo que hagan. Y, personalmente, llevo soñando con este momento tres años. He de confesar que cada noche me voy a la cama soñando con otra recesión, con otro momento como éste. ¿Por qué? Parece que la gente no lo recuerda pero la Depresión de los años 30 no fue simplemente un crash del mercado. Hubo cierta gente preparada para ello que hizo dinero con aquel crash. Creo que cualquiera puede hacerlo, no es algo sólo para una élites. Cualquiera puede hacerlo, es una oportunidad. Cuando el mercado se hunde, cuando el euro y las grandes acciones cotizadas se hunden, si sabes lo que tienes que hacer, si tienes preparado el plan adecuado, puedes hacer un montón de dinero con esto. Por ejemplo, están las hedging strategies, puedes invertir en bonos del tesoro, ese tipo de cosas.

Periodista.- Si pudiera ver la cara de todos los que estamos aquí… Apreciamos su franqueza, sin embargo, eso no nos ayuda.

Trader.- Escúchenme. Me  dirijo a todos los que me están viendo. Esta crisis económica es como un cáncer. Si se espera y se espera para ver si desaparece solo, como un cáncer se extenderá y será demasiado tarde. Lo que le aconsejo a todo el mundo es que se prepare. No es el momento de pensar, ilusamente, que el gobierno va a solucionarlo. Los gobiernos no dirigen el mundo, Goldman Sachs dirige el mundo. A Goldman Sachs no le importa este paquete de rescate, como tampoco le importa al resto de los grandes fondos. De verdad quisiera ayudar a la gente. La gente puede ganar dinero con esto como lo hacemos los traders. Lo único que tienen que hacer es aprender a cómo ganar dinero con un mercado que se hunde. Lo primero que la gente debería hacer es proteger sus activos, lo que tengan, porque mi predicción es que en menos de doce meses los ahorros de millones de personas van a desaparecer. Y esto es sólo el principio. Así que les diría: estén preparados y actúen ahora. El mayor riesgo en que la gente puede incurrir ahora es no hacer nada.

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Tres minutos y veinte segundos de una entrevista sin desperdicio a un trader o, lo que es lo mismo, a un especulador, uno de los ¿miles? (el planeta está a punto de superar la barrera de los siete mil millones de habitantes) que manejan los hilos de los llamados mercados y que, por tanto, podemos considerar la personificación de tal ente. Personas que, a base de potentísimas  herramientas informáticas y de ingeniería financiera, mueven ingentes cantidades de dinero en operaciones que nada tienen que ver con la llamada economía real pero que contribuyen a que una multinacional pueda despedir a miles de empleados, a que el precio de los cereales se hunda o se dispare sin una correlación directa con la última cosecha, o a que el euro se encuentre en un brete del que veremos cómo se sale. Todo ello por mor de la rampante desregulación de esta globalización que ha convertido la economía en un enorme casino en el que seres amorales como este obsceno caballero pueden poner en jaque el futuro de todos.

No sé qué es lo que me produce mayor perplejidad. Si el desparpajo de este sujeto anunciándonos el apocalipsis al tiempo que nos invita a participar del aquelarre a través de las pantallas de la mismisima BBC; si la certeza de saber que, como él, hay muchas más "personas", autómatas del "making money", relativistas sin principios, valores o moral alguna (más allá de la del "making money", claro) que vampirizan al paciente cuyo cáncer alientan, actuando como buitres al final, cuando ya no quedará nada. Son insaciables y nada les detiene. O si, lo más alucinante de todo, es que no está haciendo absolutamente nada para parar esto.

Cuando estalló esta crisis, cuando Lehman Brothers se fue al garete y, con ellos, a punto estuvo el sistema financiero internacional, los máximos dirigente políticos mundiales, muy ufanos ellos, aseguraron en torno a la mesa del G20 que iban a reformar el capitalismo, que la era de la desregulación que había sentado las bases del tinglado se había acabado, que las transacciones financieras internacionales sería gravadas... Tres años después no se ha hecho nada, salvo ahondar en la crisis. Somos más pobres y más desiguales que antes. Menos solidarios. El euro está en la cuerda floja y, con él, la UE y todo lo que podía representar.

Frente a una irracional avaricia sin límites, nos hemos encontrado con una absoluta falta de capacidad y/o voluntad política. Goldamn Sachs no puede gobernar el mundo. Si lo hace, digo yo, algo podrá hacerse. Para mi ese algo se llama regulación. El poder político e institucional es quien establece qué puede hacerse y qué no, y cuáles son las consecuencias de saltarse las reglas del juego. El problema es que, desde hace décadas, a lo que el poder político se ha dedicado es a ir desdibujando primero y eliminando finalmente las reglas. Probablemente porque la sombra del poder económico es tan alargada que ha acabado haciéndose con el político, confundiéndose con él.

El señor Alessio Rastani (el broker) es la prueba palpable de que la autoregulación del mercado es, sencillamente, una quimera. No es posible. Paralelamente, nos sirve para personificar ese ente que llamamos "mercado". De la misma manera que los "gobiernos" o las "empresas" en último término son personas, lo mismo ocurre con los "mercados". Son miles de Rastanis que trabajan para decenas de Goldaman Sachs, que funcionan como lobbies en las órbitas de nuestros políticos... Basta ya. Es el tiempo de la política. Es el tiempo de los ciudadanos. Para ello los ciudadanos debemos recuperar la política. El itinerario está marcado: tomar las calles y, después, tomar las instituciones. Un sueño, ¿no? Lo prefiero a la pesadilla del amigo Rastani.



PD. La traducción no es fiel, puesto que no soy traductor. Pero el mensaje de Alessio Rastani es tan potente que no se ve desvirtuado lo más mínimo por el posible óxido de mi inglés.

jueves, 25 de agosto de 2011

La reforma constitucional: por qué me opongo.

Si en el post anterior me centraba más en la exigencia de que se celebrara un referéndum para aprobar definitivamente una eventual reforma de la Constitución al objeto de introducir un techo de déficit público en la misma, en éste quiero detallar un poco los detalles por los que me opongo frontalmente, aunque sea a vuelapluma y mezclando motivos de forma y de fondo.

Es cierto que aun no se conoce el texto de la reforma que se pretender introducir (presumiblemente en el artículo 135, donde se regula la Deuda Pública), y que criticar algo de entrada sin haberlo siquiera leído, a priori, puede parecer no razoble. Pero es que mi repudio a la medida es previo: no es que me oponga a una redacción concreta de la reforma, es que me opongo a cualquier tipo de reforma en los términos expuestos el martes pasado por el señor Zapatero en el pleno del Congreso.

Por todo ello pido disculpas por anticipado, y quiero recordar que no me considero un experto en materia alguna, sino un simple ciudadano medio que pretende estar informado y tener un cierto criterio propio, que no es poco. Estos son mis motivos:

- No hace falta: comprometer la política fiscal del Estado español introduciendo un techo de gasto o límite de endeudamiento en su ordenamiento jurídico no implica que ello deba hacerse a través de la Constitución. A mucha gente se le olvida estos días, pero este compromiso político en el seno de la UE que encuentra su origen en el Pacto de Estabilidad y Crecimiento de 1997, ya fue juridificado con la Ley 18/2001, de 12 de diciembre, General de Estabilidad Presupuestaria, cuyo texto fue actualizado con el Texto Refundido aprobado por el Real Decreto Legislativo 2/2007, de 28 de diciembre, al objeto de adaptarlo a las propias modificaciones que del Pacto se han ido sucediendo en Bruselas (por cierto, España venía siendo el "ojito derecho" en la política de reducción de deuda pública, que llegó a bajar del entorno del 40% del PIB). La ley es tan jurídicamente vinculante como la Constitución. ¿O es que acaso no establece el artículo 9º de ésta el principio de legalidad? Que España comprometa un techo de déficit y lo cumpla no viene determinado por el hecho de que esa letra se recoja en una ley ad hoc o en la Constitución. Por cierto, parece que a Rubalcaba esto le suena razonable.

- Por técnica legislativa: la Constitución, por definición, ha de ser un texto amplio y genérico destinado a recoger los principios generales de nuestro modelo de estado y convivencia, no a definir escrupulosamente aspecto alguno, mucho menos normas técnicas de este tipo que no encajan con el carácter marcadamente abierto y ambiguo de una constitución como la española que por no definir no define (no detalla), por ejemplo, el modelo educativo, el sistema electoral, el modelo autonómico, el reparto competencial, o el modelo económico y de hacienda pública (al que esta norma afecta de lleno), por citar algunos. De establecer el límite, la Constitución no es el lugar adecuado.

- Por lo que supone en términos de blindaje: las constituciones suelen clasificarse doctrinalmente (como bien sabrá el otrora profesor de Derecho Constitucional Rodríguez Zapatero), entre otras categorizaciones, según su grado de flexibilidad o rigidez de cara a una eventual reforma, tendiendo a ser normas rígidas debido a que aspiran a mantener una comprensible estabilidad en el tiempo y a ser fruto de un amplio consenso en el seno de la sociedad cuyo marco jurídico definen. Pues bien, la Constitución española es definida por la mayoría de los autores como muy rígida, incluso pétrea, por lo complejo que resulta su proceso de reforma. Buena prueba de ello es que en todos estos años de democracia únicamente se ha abordado una vez su reforma. La práctica "democrática" demuestra que cambiar la letra de nuestra Carta Magna no es fácil.

- Existen numeros temas que justificarían una reforma constitucional. De hecho el propio Zapatero planteó una limitada a cuatro aspectos que, incluso, motivó un interesante dictamen del Consejo de Estado. Al margen del papel de la Corona en nuestro Estado y esos cuatro temas (igualdad de género en el acceso al trono, inclusión de CC.AA., referencia a la UE, reforma del Senado), existen otros tan interesantes como el del sistema electoral, la definición de competencias (y cierre del "melón") autonómicas, la eliminación total de la pena de muerte... Sin embargo ninguno ha motivado nunca el abordaje de la reforma de un texto que, sin duda, requiere ser actualizado. ¿Por qué ahora? ¿Por qué solo para algo tan puntual? ¿Por qué no proponer una reforma de todos aquéllos puntos susceptibles de ello, debatirlo y elevarlo a consulta de la ciudadanía?

- No lo preveía el programa electoral del partido que sustenta al Gobierno: ya sé que se han adoptado muchas medidas que no se preveían (y se han dejado en el cajón otras tantas sí recogidas), pero eso no significa que se esté legitimado para dar otro paso más en la perversión de nuestro actual modelo democrático de representación política, en el que los ciudadanos sólo participamos para votar cada cuatro años supuestamente por un programa político. Lo decía en el post anterior, existe legitimidad formal, pero no legitimidad material (ni moral, si se quiere ni, desde luego, política). Si una reforma constitucional no es algo lo suficientemente importante como para ser previsto en el programa electoral, explicado profusamente a los electores y debatido y pactado con las otras fuerzas políticas, no sé qué lo es.

- No se cuenta con los representados, con el cuerpo político soberano del que emanan todos los poderes del Estado (no lo digo yo, lo dice el artículo 1 de la Constitución), con el pueblo, con los ciudadanos. Precisamente porque no se preveía en el programa electoral. Aunque formalmente no se exija la convocatoria de un referéndum, debiera convocarse para dar voz (y voto) a la ciudadanía. En lugar de eso, reforma inédita exprés sin debate y sin hacer eso con lo que los políticos tanto se llenan la boca: pedagogía. Sin debate, sin transparencia, sin responsabilidad. Lo llaman democracia, y no lo es.

- No hay urgencia. Por otro lado, Elena Salgado declaraba ayer que el límite no entraría en vigor has 2018 de modo que, ¿por qué tanta prisa? ¿No es más razonable, en caso de que quiera hacerse, llevar esta propuesta a los programas electorales para el 20N, explicarla bien y que se debata en condiciones?

- España no es gobernada por Merkel, Sarkozy o Trichet. Parece que, en última instancia, el motivo de esta repentina fiebre reformadora se debe a que desde el corazón económico y decisorio de Europa se exige esta medida con el argumento perenne y peregrino (visto lo visto) de que con ello se calmará a los mercados. Seguramente ni Zapatero se crea ya esto, pero habrá pensado que si al menos garantiza la compra de deuda española por el BCE si se vuelve a dar el caso, merecerá la pena. Quizá debiera tratar de colocar, aunque fuera un poquito, a España en el centro de Europa, como prometió. Haciéndonos más relevantes, que a veces consiste en decir no, sobre todo si tienes razones sobradas para ello, y en proponer alternativas como los famosos eurobonos que, por cierto, sus correligionarios franceses y alemanes ya defienden, como recuerda Josep Borrell en su excelente artículo de hoy en El Periódico.

- Con la política monetaria en manos del BCE, a los estados del euro únicamente les queda como instrumento de política económica el de la política fiscal, en el que se incluye la política de deuda, que se ha revelado imprescindible como elemento contracíclico. Es necesario racionalizar el gasto público (y hacer responsables a los políticos), sí,  pero ello no puede equivaler a introducir severas reglas que, "cuando vengan mal dadas", no vaya a ser viable cumplir (en el caso de una recesión, cuando se desploma la actividad económica y se dispara el paro, los ingresos del Estado caen y los gastos, paralelamente, se elevan rápidamente por el aumento de receptores de prestaciones de desempleo y una mayor presión a los servicios públicos) como ha demostrado tozudamente la realidad. El Estado es un actor económico más, nos guste más o nos guste menos (esto sí que lo prevé ya nuestra Constitución en su Título VII).


 Reitero que en Actuable se están recogiendo firmas para solicitar la convocatoria de un referéndum. Puedes apoyar la iniciativa aquí.

Quiero que mis representantes, si se da el caso y llega a votarse como parece, justifiquen su apoyo a esta medida con algo más que la disciplina de voto. Exijo a los grupos parlamentarios que la respalden que lo expliquen. Y solicito que dejen al conjunto de la ciudadanía expresarnos sobre este tema tan importante por la vía del mencionado referéndum.



No sin mi voto

martes, 23 de agosto de 2011

No sin mi voto.

El todavía Presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, nos ha sorprendido hoy a muchos con su última propuesta (genial contribución a su epitafio político): reformar la Constitución con el objeto de introducir en su texto el famoso techo de déficit público. Propuesta que ha apoyado el líder de la oposición y previsible sustituto de Zapatero, Mariano Rajoy (añadiendo la típica coletilla del "esto ya lo dije yo antes y antes debería haberse hecho"). Se le ve contento. Seguro que también lo estarán Angela Merkel y sus asesores. De los académicos y devotos del dogma económico-liberal ya ni hablamos, claro.

La Constitución Española se aprobó hace casi 33 años. En todo este tiempo únicamente ha sido reformada en una ocasión: para introducir el derecho de sufragio de los ciudadanos comunitarios en las elecciones municipales (requisito previo y necesario para poder ratificar el Tratado de Maastricht). No ha habido reforma ni para convertir al Senado en la auténtica cámara de representación territorial que debería ser; ni para actualizar y finalizar la definición del modelo de estado autonómico; ni para, ahora que tanto se debate, eliminar la instancia administrativa provincial; ni para establecer un sistema electoral verdaderamente proporcional; ni para introducir una referencia a lo que supone nuestra pertenencia a la UE... Nunca era el momento, no había el necesario apoyo o consenso, faltaba voluntad política. Han tenido que llegar los mercados a leernos la cartilla para que nuestros políticos asimilen que la Carta Magna puede tocarse.

Ahora no tengo tiempo para criticar el fondo, el qué. Antes es más importante hablar de la forma, del cómo. Pretenden hacerlo por la vía rápida. Como casi todas las medidas de calado adoptadas hasta ahora y que no son sino un torpedo detrás de otro en la línea de flotación de nuestros modelos de convivencia. Sin apenas debate, con una nula pedagogía y sin participación ciudadana, escudándose en una interpretación extrema y tramposa de nuestro sistema de representación política que, al mismo tiempo que otorga legitimidad exige como contrapartida responsabilidad (eso que los anglosajones llaman accountability). El rendir cuentas. Ésa es la parte de la ecuación que nuestros políticos obvian y, como resultado y desde mi punto de vista, se ven políticamente deslegitimados por ello.

Adivinen qué, señores políticos. Creían que, políticamente hablando, eramos ciegos, sordos y mudos. Pero no lo somos. La era de la información, de la sociedad-red, de internet... favorece el caldo de cultivo perfecto en el que florece una ciudadanía más activa, conectada e informada que nunca y que exige de sus representantes algo más que el pulsar el botoncito indicado por su jefe de filas en la votación de turno.

Como decía, ya tendré oportunidad de hablar en otros post sobre por qué no estoy de acuerdo y por qué no quiero esta reforma constitucional. De momento sólo diré que es inviable e inasumible para los ciudadanos sin un mínimo debate previo y sin que se brinde la posibilidad de que todos podamos pronunciarnos sobre ella.

La Constitución no establece la obligatoriedad de someter a referéndum esta reforma, pero sí prevé mecanismos que lo hagan posible (que una décima parte de diputados o senadores así lo soliciten -artículo 167.3-). En Actuable se ha puesto en marcha una recogida de firmas para una petición en este sentido dirigida a los grupos parlamentarios de ambas Cámaras. Puedes adherirte aquí.

#yoquierovotar. ¿Y tú?


miércoles, 10 de agosto de 2011

El patio trasero de la sociedad del bienestar.

Tras Londres otras grandes ciudades británicas como Birmingham, Liverpool o Manchester también arden. London Calling. No soy aspirante a sociólogo o antropólogo, por lo que tampoco aspiro a desarrollar cábala alguna sobre la razón de ser de estos sucesos que dan continuidad, varios veranos depués, a aquellas revueltas en las banlieus parisinas. En otro país con otro modelo de integración y protección social, cierto. Pero en la misma Europa cuna de derechos y libertades civiles, sí, pero de un estado del bienestar que hoy vemos desmoronarse ante nuestros ojos, también.

Cábala ninguna, decía. Opinión pura y dura. Convicción. Porque estoy profundamente convencido de que estos sucesos están relacionados con la situación de nuestro estado del bienestar. Un 'estado' fallido o, cuanto menos, en estado comatoso. Lejos quedan los años de la segunda posguerra mundial, que alumbraron una serie de derechos sociales, complementarios y correlativos de los civiles y políticos, que cristalizaron, precisamente, en el estado del bienestar. Se trataba de ganar en cohesión social, por la vía de una mayor profundización en la igualdad (no sólo formal, material también) y en la equidad.

Eran los años de la dualidad ideológica, económica, cultural... de los bloques. Había que demostrar que a este lado del telón de acero no sólo se era más libre, sino que también se vivía mejor. Así se vivió la edad dorada del estado del bienestar, generalizado a la mayor parte de países de Europa occidental (lamentablemente, entre la excepciones se encontrana la gris España de Franco) que, paralelamente, habían puesto en marcha el proceso de integración europea.

Tras la crisis del petróleo de finales de los años 70 y la llegada al poder de los neoliberales de Reagan en EE.UU. y Thatcher en Reino Unido (con sus políticas del rolling back the frontiers of the State) comienza el progresivo y lento declive del estado del bienestar (que en algunos países como España empezaba a construirse entonces, en ese contexto), avalado por el envoltorio académico proporcionado por la Escuela de Chicago de Friedman y sus acólitos, que se encargaron de dar la puntilla a un keynesianismo con más de tres décadas de recorrido.

La caída del muro de Berlín sirvió para certificar el advenimiento de un pensamiento único que se escudaba no ya en la inevitable globalización del éxito capitalista, sino en el fin de las ideologías, en el fin de la Historia (Fukuyama dixit). La economía (lo de democracia ya se encargaba China de desmentirlo) liberal servía de sustento ideológico a todo, lo justificaba todo. Y, en parte, eso es cierto. En nuestra sociedad hiperconsumista, hipercompetitiva e hipermaterialista parece no haber más objetivo que ser más y mejor que el de al lado. El estatus social resumido en la casa en que se vive, el coche que se conduce y las vacaciones que se disfrutan. ¿El precio? Ser más infelices, cargarnos el medioambiente, condenar a la miseria a millones de personas... La sociedad deshumanizada. No hay como una buena crisis para desnudar tal incoherente paradoja.

El perenne drama somalí es responsabilidad nuestra, como sociedad. Como también lo es el, a otra escala, drama de los guetos de Londres, París o Madrid. Como también lo es, a otro nivel, el drama de los millones de jóvenes en paro y sin futuro (muchos sin estudios). La mesocracia de la época de la abundancia ha saltado por los aires para dejar al descubierto una sociedad empobrecida, casi sin valores y con un futuro incierto. Papá-Estado, de quién ahora nos acordamos, sigue aquí, aunque debilitado tras tantos años de desregulación y adelgazamiento. Su patio trasero (otrora reservado a los reducidos focos de marginalidad de los arrabales de las grandes ciudades) está más lleno que nunca de ciudadanos desfavorecidos que ponen de manifiesto lo insostenible de un sistema que da la espalda a la igualdad y la equidad o, lo que es lo mismo, que da la espala a sus ciudadanos.

Los disturbios de Londres, con todas sus diferencias, tienen algo en común con los movimientos estudiantiles en Chile o el del 15M español o el de los indignados israelíes (no obvio que mientras en Londres se saquean comercios para hacerse con móviles de gama alta y ropa de marca, en Sol se debate de manera pacífica sobre ideas para mejorar la realidad): son reflejo de una frustración colectiva o, mejor, dicho, de un fracaso colectivo. El de una sociedad incapaz de garantizar a sus hijos un futuro mejor que el presente que disfrutan sus padres.

La conjución de la mayor crisis económica desde la Gran Depresión, la generación más y mejor formada de la Historia y el fenómeno disruptivo que ha supuesto Internet nos coloca en un punto de inflexión único para abrir la puerta a un nuevo modelo, un nuevo sistema que ha de tener como señas de identidad una sociedad civil activa y participativa, la transparencia (proactiva) de todos los estratos de poder y la equidad social (para lo cual la educación ha de ser, necesariamente, pilar fundamental). Dando por bueno el aforismo "einsteiniano", no podemos esperar resultados distintos haciendo lo mismo que hasta ahora.

Frente a la locura desreguladora neoliberal, más regulación (que evite que la economía productiva sea apisonada por la economía 'de casino'). Frente al recorte del papel del Estado en la sociedad, más Estado (entendiendo que el Estado, la Administración de la cosa pública, somos todos). Frente a una Europa en punto muerto en la que la libertad de circulación se reduce a mercancías y capitales, más Europa (en el contexto de un mundo globalizado e interconectado).

Una sociedad más responsable, más participativa, más activa. ¡A activarse!

viernes, 17 de junio de 2011

Desmontar el pasado, desvirtuar el presente, robar el futuro.

Los sucesos desarrollados el miércoles ante el Parlamento de Cataluña han trastocado algo la idea de post que pretendía hacer, breve y basado en una serie de enlaces varios para proporcionar información relativa al llamado Pacto del Euro y a la concentración convocada para el próximo domingo en toda España, como continuación al 15M. Así que, por partes.

El 15M representa un movimiento cuya capacidad para poner nerviosos a partidos políticos y medios de comunicación tradicionales es directamente proporcional al apoyo o simpatía que reciben del conjunto de la ciudadanía (varias encuestas han señalado que entre el 70% y el 80% de la población española veía con cierta simpatía a los indignados). El 15M fue el reflejo del despertar político de una ciudadanía aletargada, especialmente en su escalafón joven. De manera pacífica se tomaban los espacios públicos para rechazar un poder político subyugado al siempre invisible poder económico y se reclamaba otra forma de hacer política, otra actitud por parte de nuestros políticos. Se pedía más y mejor política. Y se hablaba de política. Qué locura, ¿no?

Partidos políticos y medios de comunicación asistieron con estupefacción a las concentraciones, primero, y a las acampadas, después. Desde mi punto de vista, las acampadas representaron caer en una trampa tan simple como perversa tendida por partidos y medios, cuando como única respuesta al movimiento (tras desdeñarlo y, posteriormente, atacarlo) se enunció aquello del "y qué proponéis". Y entonces se montó el gran circo de las asambleas temáticas en todas las plazas de este país donde se entro a hablar y debatir (ejercicio sanísimo, eso sí) sobre cuestiones de todo tipo y, por lo tanto, desconectadas muchas de otras, y con planteamiento que, al final, alejaban a mucha gente del movimiento, desdibujando y erosonando su origen y principal capital: esa enorme energía liberada en forma de indignación hacia la forma en que el establishment político y económico ha venido funcionando de espaldas a la ciudadanía.

Califico al "y qué proponéis" como perverso porque son ellos, nuestros representantes, aquéllos que ocupan las instituciones democráticas en nuestro nombre, los que tienen la capacidad de actuar. Son ellos los que deben hacer propuestas, debatirlas, aprobarlas, ponerlas en práctica y dar cuenta de todo ello. Evidentemente no es realista que una ciudadanía heterogénea elabore todo un programa político de actuación. Si ello fuera posible no tendríamos un sistema democrático representativo, no existirían los políticos, bastarían los burócratas y tecnócratas. Es indigno que renieguen de esta manera de su responsabilidad con un "no tenéis líderes, no tenéis programa... organizaos como partido y hablamos". Algo falla cuando se pretende invisibilizar un fenómeno así. En este sentido las acampadas has sido algo positivo en la medida en que han dado visibilidad al movimiento, aunque al final se pecó por exceso.

Dicho esto, pasamos a hablar de los lamentables incidentes acaecidos ante el Parlamento catalán. Totalmente indignos. No se puede coaccionar de esa manera las instituciones demócraticas y a los representantes que las ocupan. Es injustificable. La violencia física que hemos visto es condenable, pero también lo es lo que simplemente se planteaba como un bloqueo del acceso. Es intolerable en democracia. Muchos, me incluyo, no nos vemos representados por estas actitudes, por más que simpaticemos con el movimiento y, sobre todo, con sus planteamientos originales. Y, por supuesto, la violencia no sólo no nos representa. Es repudiable a todos los efectos.

Sin embargo, esa violencia parte de un porcentaje mínimo de individuos, y no puede extrapolarse a todo el movimiento como se pretende desde ciertos medios y grupos políticos. La prueba de su actitud pacífica ha estado en el desarrollo de las semanas de acampada y, de manera tan triste como gráfica, en el desalojo de la Plaza de Calalunya a finales de mayo. Está claro que ha habido policía secreta infiltrada entre los integrantes del movimiento, y que han podido actuar en el sentido de incitar a desencadenar incidentes, pero no se puede negar lo evidente: se acabó acosando y coaccionando a los representantes de la ciudadanía catalana elegidos democráticamente en elecciones libres. Punto. Pero tampoco deben instrumentalizarse unos hechos que no dejan de ser aislados para no hablar de lo importante, del recorte social que, de facto, se aprobaba ese día en el Parlamento; de la fractura social que se está produciendo (como sí hacen medios extranjeros, como la BBC o el Guardian). Estos hechos ni son ni deben ser un balón de oxígeno para que se descalifique y desprecie a un movimiento que no es sino la suma de muchos ciudadanos desencantados, y que seguirá echándose a la calle para mostrar su indignación (la propia Defensora del Pueblo ha advertido que no pueden ignorarse las protestas ciudadanas). El próximo día, este domingo, en contra del llamado Pacto del Euro.


¿Qué es el Pacto del Euro? Porque, en realidad, ha pasado bastante de puntillas por las páginas de los medios hasta fechas más bien recientes, y en gran parte porque el movimiento 15M lo ha puesto sobre la mesa (los partidos políticos tradicionales, claro, a lo suyo).

En el programa de @JuanraLucas en RNE1, En días como hoy, acostumbran a dar voz a sus oyentes, que tienen la posibilidad de intervenir de manera constante y abierta. Una de sus oyentes intervino para hacer un alegato en contra del Pacto del Euro, algo que ha dado la vuelta a la red ya.


Qué es el Pacto del Euro. Se trata de un paquete de medidas anticrisis que va a aprobar el Parlamento Europeo la próxima semana sin apenas debate y muy presionado por las otras instituciones. A continuación dejo varios enlaces para que, si tienes tiempo y curiosidad, te informes:

- Artículo en 20minutos con las claves del Pacto del Euro.

- Juan Torres López y Alberto Garzón desgranan los principales rasgos del Pacto del Euro.

- Vídeo de ATTAC en el que Paco Álvarez analiza las consecuencias del Pacto del Euro (via @PHumano)


¿Informaciones parciales y sesgadas? Pudiera ser, pero para los que no somos expertos economistas es información. Información que no nos brindan nuestros representantes, con lo que nos jugamos. Se está desmontando el estado de bienestar que define como ninguna otra cosa nuestro modelo de convivencia y, como es lógico, nos revolvemos. Por eso el 19J mucha gente saldremos a la calle, aunque luego se pretenda desvirtuar nuestro gesto. Porque no podemos permitir que nos roben el futuro.

viernes, 27 de mayo de 2011

Estado democrático y de Derecho y Plaça Catalunya.

El fenómeno de las acampadas derivadas del movimiento #15m que se habían instalado en las plazas de nuestras ciudades estaba perdiendo fuelle y no gozaban del mismo apoyo masivo que tenían las movilizaciones originales, en la medida en que se habían desviado del primigenio espíritu que reivindicaba una democracia "real" (entendiendo por ésta un modelo más participativo y transparente, alejado del bipartidismo preponderante, con otro sistema electoral...) para situarse en esa zona difusa de las asambleas que debatían y elaboraban propuestas dispares.

En post anteriores ya he hablado de ello. Creo que estas asambleas se alejan del espíritu #15m y dan munición a aquéllos que prefieren minimizarlo (cuando no ignorarlo). Mi postura es que toda esa ola de desafección ciudadana hacia una forma de hacer política y hacia una clase de políticos debería canalizarse a través de organizaciones y plataformas ciudadanas (de ONGs a otra clase de asociaciones, pasando por la constitución de think tanks o la creación de nuevas formaciones políticas, cuando no a través del ingreso dentro de las ya existente). Hay que cambiar el sistema, revolucionarlo. Pero tengo muy claro que debe hacerse desde dentro, y respetando las reglas del propio sistema.

En estas estábamos, cada uno con nuestras posturas y personales elucubraciones, cuando ha ocurrido esto:



La Generalitat de Catalunya, a través del cuerpo de policía que depende de esta institución, los Mossos d' Esquadra, ha procedido ha desalojar de la Plaça de Catalunya a las personas que allí se encontraban (prensa incluida). Y lo ha hecho por la fuerza, usando una violencia extrema e innecesaria. Las imágenes que, como nunca, hablan por sí mismas, muestran la brutalidad empleada por los mossos en su actuación. Ese grado de violencia se mide y es inversamente proporcional a la actitud mostrada por las personas disueltas: absolutamente pacífica y pasiva.

La autoridad administrativa cuenta con toda la legitimidad del estado de Derecho para proceder a ordenar el desalojo del espacio público que, por cierto, en un estado democrático puede ser ocupado, igualmente legítimamente, por los ciudadanos en el ejercicio del constitucional derecho de reunión (del mismo modo que los periodistas, igualmente agredidos, estaban allí ejerciendo un derecho). Bien es cierto que en nombre del interés general y el orden público, ese derecho (que, como todos, no es absoluto) puede y debe ser matizado.

Para desalojar del espacio público a un grupo de personas allí reunidos y que no oponen ninguna resistencia, más allá de la pasiva, los mossos d'esquadra podrían haber optado por desalojar a los concentrados uno a uno llevándoselos de allí en volandas. Esa es toda la fuerza a la que estaban constitucional, legal y moralmente autorizados a emplear. Otra cosa es lo que la "autoridad competente" hubiera autorizado. Por tanto:

1º Debiera comparecer y dar explicaciones el máximo responsable del cuerpo de los Mossos d'Esquadra, y hacer público qué órdenes tenían.

2º Debiera comparecer y dar explicaciones el máximo responsable de seguridad y orden público del Govern de Catalunya (sin obviar el principio de responsabilidad colegiada de los órganos de gobierno), y hacer público qué órdenes se habían transmitido a los mossos.

3º Debieran depurarse responsabilidades, políticas, administrativas y profesionales abarcando desde el policía que agrede al ciudadano hasta lo más alto de la cadena de mando.

4º Los partidos políticos, asociaciones y demás colectivos que están solicitando una intervención de similares características en otras acampadas debieran explicar si justifican el uso de la fuerza desplegado en Barcelona esta mañana.

5º Asociaciones profesionales de policía, asociaciones de prensa, partidos y grupos políticos y asociaciones y plataformas ciudadanas en general debieran adoptar las pertinentes medidas en todos los estamentos posibles (juzgados, instituciones públicas, etc.) para que se investiguen los hecho, se depuren responsabilidades y se reivindique el estado democrático y de Derecho que, se supone, es España. En particular, debieran tomar cartas en el asunto con carácter inmediato el Parlamento de Catalunya y el Sindic de Greuges.

El #15m reivindicaba una democracia real. Las imágenes de hoy son más propias de un pasado en blanco y negro (de "grises") o de otras latitudes a las que habitualmente acostumbramos a dar lecciones de democracia. Pero no, era nuestra España, la pujante Cataluña. Somos nosotros, pero no es lo que queremos.

Probablemente las acampadas se revitalizarán gracias a tan desgraciados acontecimientos. Lo que está claro es que una democracia se construye y defiende cada día. Hay que participar, hay que implicarse, hay que defenderla. Si crees en y quieres un estado democráctico y social en el que te veas representado por las leyes de su Derecho, actívate y participa.

Un estado así no es una quimera; la democracia no es ninguna utopía. Pero requiere de una ciudadanía militante. Milita.

jueves, 26 de mayo de 2011

Puesta de Sol, nuevo amanecer.

Se celebraron las elecciones del pasado domingo y las urnas tomaron, en forma de votos y abstenciones, el pulso de la sociedad española. Sobre los resultados no pretendo hacer ninguna reflexión demasiado profunda, puesto que ya han debido ser hechas todas las posibles por partidos, medios, comentaristas y ciudadanos. Simplemente subrayaré aspectos fundamentales (por cierto, en la web de rtve han publicado un microscopio del voto, fantástico proyecto de visualización de datos basado en fundamentos de open data y desarrollado por la start up española Vizzuality).

En primer lugar, la participación. Muy similar a la de los anteriores comicios. Se temía que una masa enorme de electores se quedara en casa y ejerciera su derecho a la abstención, pero no ha sido así. Ha votado un porcentaje superior al de las últimas eleccione locales en algo más de dos puntos (el 66,23%). Si es que alguna vez existió, la campaña pro-abstención no parece haber tenido éxito. Más allá de ratificarse el hecho de que una tercera parte de los electores sigue prefiriendo quedarse en casa, claro.

Y de los que se acercaron a votar, un 1,70% votó nulo y un 2,54% lo hizo en blanco (frente al 1,17% y el 1,92% de las anteriores elecciones locales), lo que supondría que la suma de estos dos conceptos equivaldría a la cuarta fuerza más votada (lo que suena muy espectacular). Resulta curioso la atención que se ha prestado a este factor en estos comicios (de lo cual me alegro mucho, porque ha permitido explicar esas partes más oscuras del sistema electoral) pero, no nos engañemos, sus efectos han sido similares o equivalentes a los de procesos anteiores, a pesar de haber subido algo su porcentaje.

En segundo lugar, el ascenso de "terceras" fuerzas políticas nacionales, como UPyD o IU. En el caso de los primeros, muy notable al mejorar sus resultados anteriores (últimas generales y europeas). Más discreto en el caso de los segundos, que en un contexto en el que el PSOE se ha desangrado no han sido capaces de atraer a una mayoría de esos antiguos votantes socialistas.

En tercer lugar, el retroceso de las fuerzas políticas nacionalista y regionalistas. Todas ellas, sin excepción, han perdido cuota (salvando el caso de Bildu, claro). Aunque no se celebraban autonómicas ni en Cataluña, País Vasco o Galicia, si que se celebraban locales. Ni CIU, ni PNV o BNG han alcanzado los resultados de 2007. Pero tampoco la UPL en Castilla y León, el PAR o la CHA en Aragón, CC en Canarias... ¿Pierden fuelle los discursos localistas?

En cuarto lugar, el hundimiento del PSOE, al que la gestión de la crisis le pasa una factura de millón y medio de votos que han pagado sus candidatos locales y autonómicos pero que ha sumido al partido que sustenta el Gobierno de España en un estado de shock.

En quinto lugar, el ascenso del PP a la mayor cuota de poder municipal y autonómico de su historia (y de la historia de la democracia española). Del bipartidismo se ha pasado a un monopartidismo que pinta de azul el mapa de España. El espacio político español de la derecha (del centro-derecha a la extrema derecha) aparece aparentemente tan compacto y estable como siempre (ya lo decía El Roto hace poco), más allá de los votos que pueda pescar allí UPyD, que se nutre de votos a ambos lados. 

Es en la izquiera donde se ha fragmentado el espacio político. El retroceso del PSOE y su aparente incapacidad para recuperarse del golpe (más allá del cambiar para que todo siga igual), hace que parte de su espacio pueda ser ocupado por otras fuerzas, existentes o nuevas. Una de las máximas candidatas a ello sería IU (si se asimila la premisa de que una gran parte del electorado socialista que abandonado al PSOE lo ha hecho por no seguir éste una hoja de ruta "de izquierdas"). Pero el de IU a escala nacional parece que es un proyecto gastado sujeto a una perenne refundación que nunca llega. Sus resultados en estas elecciones, teniendo en cuenta el contexto, deben ser considerados como pobres. Y el proyecto de UPyD habrá que ver dónde llega cuando se acabe el sectarismo y populismo de Rosa Díez y su discurso "nacional". Es cierto que aun no han tocado techo electoral (han ido mejorando sus resultados) pero veamos qué discurso proyectan ahora que van a tener más visibilidad, más allá del "ni rojo ni azul, magenta".

Existe espacio político para alguna nueva formación que traiga no sólo el aire fresco de la novedad, sino nuevas propuestas que conformen un proyecto político sólido con vocación de ser compartido por toda esa inmensa cantidad de ciudadanos decepcionados que represente una alternativa a las gastadas y manidas propuestas de siempre. Una alternativa que refleje sus inquietudes y sus deseos, que siente las bases para una mayor y mejor democracia. Que dinamice y revitalice el espectro político favoreciendo que las fuerzas tradicionales abandonen su inmovilismo. Que contribuya a una necesaria regeneración política.

Porque si algo ha demostrado el movimiento #15m es que los ciudadanos (al menos un alto porcentaje) están muy cansados de una forma de hacer política y de una clase de políticos; pero que no sólo es que quieren política, sino que quieren más política. Dicho esto, añadiré que para mi hay diferencias entre el #15m y #acampadasol. Diferencias que no deberían obviarse. El primero reflejaba ese mensaje de desafección y deseo de cambio lanzado por la ciudadanía a los políticos, abogando por más y mejor democracia, por sentirse más y mejor representados, por mostrar un anhelo de participación. El segundo es un movimiento que ha llegado a un estadio posterior y que se ha encerrado en un callejón sin salida y un punto incoherente al pretender elaborar un programa de propuestas que, necesariamente, serán parciales, deslavazadas y no compartidas por en su totalidad por la mayoría.

No se puede afirmar que no se representa a nadie pero, al mismo tiempo, se elaboran propuestas que se presentan como exigencias para la clase política. ¿En nombre de quién? Las características a las que hacía referencia antes (parciales, deslavazadas, no compartidas) harán que los políticos critiquen con desdén desde su atalaya el movimiento, ninguneándolo y valiéndose de ello para obviar lo más importante, lo que unió a tanta gente: la denuncia del sistema político, el bipartidismo, el deficiente sistema electoral, la falta de cauces de participación, la lejanía de los partidos en relación a los ciudadanos...

Como decía, ha de canalizarse lo que no es sino un anhelo de política, entendido como recuperación de la participación e interés ciudadano en los asuntos públicos, hacia nuevas plataformas que se integren dentro del sistema para así modelarlo desde dentro. Las revoluciones sólo pueden hacerse desde dentro.

El mayor exponente, para mi, es Equo. Nacido desde el seno de la sociedad civil, abierto a todos, participativo y con el objetivo declarado de hacer de temas como el ecologismo político, la equidad social o la defensa de los derechos humanos ejes permanente del debate político. ¡Es el momento!




Manifiesto de Equo


Únete a Equo

sábado, 21 de mayo de 2011

Reflexiona, que algo queda.

Un terremoto, un tsunami, una riada, una explosión... Se agotan los epítetos con los que definir el fenómeno social que ha tomado las calles de muchas ciudades de este país (y de numerosas capitales extranjeras) bajo el lema "Democracia Real Ya". Está sorprendiendo cómo se está sosteniendo en el tiempo una protesta que, a pesar de no contar con ninguna estructura detrás, está funcionando y organizándose mejor que bien, llegando a poner en un brete a medios de comunicación, formaciones políticas y Gobierno.

A los medios de comunicación porque les han ignorado hasta que ha sido evidente que no eran invisibles, tomando las calles (ya comentamos el nulo eco que los medios convencionales se habían hecho del 15M). Y, una vez que han puesto el foco en la noticia, a pesar de los intentos infructuosos de la mayoría de "informadores" convencionales por etiquetar al movimiento, buscarle líderes, manos negras, desvirtuar su legitimidad (con ese simplista "qué proponeis" de los primeros días) o colocar en su boca mensajes que no eran tales (como que se pedía explícitamente la abstención o el voto en blanco). Sin embargo, este movimiento-red, desestructurado y sin núcleo ha conseguido repeler estos ataques (y también alimentar la creatividad cómica de Intereconomía, por qué no decirlo). Por cierto, chapeau a la cobertura que ha venido desarrollando Periodismo Humano. Hay que apoyar iniciativas así, que tanto aportan al pluralismo informativo.


  Concentración en Valladolid, Fuente Dorada, 20-05-2011

A las formaciones políticas porque han irrumpido en una campaña vacua (que arrancaba con los dimes y diretes sobre Bildu, de la que parece que nos hemos olvidado todos, con lo que peligraba nuestra democracia...), rompiéndola literalmente con un mensaje cargado de política y que está fomentando el debate cómo hacía tiempo que no ocurría. Todas las formaciones se han visto sorprendidas por unos acontecimientos que no se sabe muy bien qué repercusión pueden tener en las elecciones de mañana. El PSOE temía un hundimiento aun mayor de sus resultados, en la medida en que parece evidente que la movilización es llevada a cabo entre potenciales votantes de izquierda, no de derecha. En consecuencia con ello, el PP se frotaba las manos. Sin embargo las cosas no están tan claras. Mi percepción es que esta "revolución" ciudadana se puede traducir en una mayor movilización del electorado, es decir, gente que en circunstancias normales el domingo se quedaría en casa es muy posible que ahora vaya a votar. Ni a PSOE ni a PP, parece claro. Está por ver si apostarán por el voto en blanco (que favorecerá al PP, fundamentalmente, aunque también al PSOE) u opciones minoritarias, que diluirán el voto pero que pueden deparar sorpresas, sobre todo si se concentran en  formaciones como IU, que podría erigirse como la gran beneficiada, si es que no se pasa de frenada en estas horas en su intento de capitalizar un movimiento #15M del que era tan ajeno y preveía tanto como PSOE, PP o cualquier otra formación (como UPyD, que con la siempre oportunista Rosa Díez a la cabeza no quiere dejar de pescar en las aguas de un río tan revuelto). Es decir, nada.

Y al Gobierno porque, una vez que la Junta Electoral Central prohibió ayer las manifestaciones y concentraciones, se ha visto ante la disyuntiva de disolverlas (cumpliendo la resolución de la JEC) o no (teniendo que soportar el chaparrón proveniente desde el TDT party y los medios afines al PP, junto con este último, que piden algo tan aberrante como imposible; que se lo digan al señor Acebes que tuvo el suficiente sentido común como para no disolver las concentraciones del 13 de marzo de 2004) , dejando que estos miles de personas ejerzan pacíficamente como lo están haciendo su constitucional derecho de reunión.

Desde mi punto de vista, estos días estamos teniendo la oportunidad de asistir a uno de los espectáculos más bellos de la democracia española. Al menos para la gente de mi generación, los que nacimos con la Constitución de 1978 ya aprobada y con una democracia por la que tanto lucharon nuestros padres como mejor herencia. Mucho se ha hablado de la apatía y el desinterés generalizado de la sociedad española y, muy particularmente, de sus jóvenes, narcisitas, individualistas y poco comprometidos. Bueno, parece que este movimiento de entrada ha servido para desmontar ese cliché. La gente no sólo se echa a las calles para celebrar un mundial de fútbol. La gente tiene conciencia colectiva y se sienten ciudadanos sabedores de sus derechos que cuentan con la suficiente determinación para ejercerlos. Y no sólo eso. La gente cree en la política y quiere política, sólo que de otra manera.

 Concentración en Valladolid, Fuente Dorada, 19-05-2011

Qué sensación de profundo orgullo ver convertidas nuestras plazas en ágoras donde los ciudadanos se reúnen para hablar de política. Para debatir sobre la realidad y soñar el futuro. Y para decir muy alto a nuestros representantes que tienen que escucharnos, que queremos ser partícipes del juego. Ésta sí que está siendo una auténtica fiesta de la democracia.

Hoy es la denominada jornada de reflexión, probablemente otro anacronismo más que sólo tiene sentido para silenciar la melopea de la campaña de los partidos aunque, hoy en día e internet mediante, ni eso. Cada día debe ser una jornada de reflexión. Creo que ya lo he repetido muchas veces en este blog: como ciudadanos tenemos la obligación de ser activos, intentar informarnos y fiscalizar la actuación de nuestros representantes para exigirles las debidas responsabilidades. Democracia no es votar cada cuatro años. Es ejercer la ciudadanía cada día.

Yo soy de los que piensa que, como ciudadano, mañana es un día importante, como cada vez que se abren las urnas. Y hay que votar. Eso sí, lo que a cada uno le parezca después de haber reflexionado. Y para eso no hace falta este día. Ni los quince de campaña. Votar a cualquiera de las opciones concurrentes, votar en blanco o votar nulo, sabiendo lo que supone cada opción. Desde luego no seré yo el que abomine del voto en blanco o nulo, tan bueno y válido como cualquier otra opción. Sus efectos perversos son fruto de un sistema electoral definido por las dos grandes fuerzas políticas y que, sistemáticamente, se niegan a revisar. No tienen la autoridad moral para deslegitimar ninguna opción. Eso sí, acércate hasta tu colegio electoral, aunque eres libre para optar por la pasividad de quedarte en casa.

 Viñeta de Forges, 21-05-2011

¿Y a partir del lunes? Bueno, a partir del lunes hay que seguir reflexionando, porque lo que está pasando estos días es algo demasiado grande como para que se quede reducido a una anécdota o se vea sumido en una frustación colectiva. Y hay que actuar. De la reacción hay que pasar a la acción. El mayo español del 2011 debe ser el punto de partida hacia un nuevo modelo democrático. Representativo, sí, pero participativo también. La tecnología está de nuestra parte. Sólo falta que los partidos políticos hayan tomado buena nota y recojan el guante. Y que los ciudadanos sigamos con estas ganas de participar, de implicarnos, de aportar. Así es cómo se cambian los sistemas, así es cómo se evoluciona. Así es cómo funciona una sociedad.

viernes, 20 de mayo de 2011

Memoria de jóvenes airados.

Nosotros que somos los de entonces
los que no tenemos dónde,
los que siempre hablamos solos...

Nosotros que no formamos parte

decidimos seguir al margen
viviendo en el alambre

Memoria de jóvenes airados

vive al norte del futuro
y al sur de la esperanza...

Cautivos, en reinos conquistados

donde habitan los silencios
donde ya no queda nada

memoria de jóvenes airados....


Nosotros que estamos siempre alerta

marcamos la diferencia
sin haceros reverencias

vivimos, caminamos sin aliados

amamos como soñamos
soñamos siempre armados

Memoria de jóvenes airados

vive al norte del futuro
y al sur de la esperanza...

cautivos, en reinos conquistados

donde habitan los silencios
donde ya no queda nada

Memoria de jóvenes airados...


miércoles, 18 de mayo de 2011

#15M: la activación de la ciudadanía.

Cerrábamos el post anterior señalando que los partidos políticos tradicionales y la forma tradicional de hacer política empezaba a ser puesta en entredicho de manera evidente, con objeto de las convocatorias simultáneas de "Democracia Real Ya" en más de cincuenta ciudades, y que se tradujo en que se echaron a la calle decenas de miles de personas que mostraban su desafección frente al actual sistema partitocrático.

En estos días los medios de comunicación tradicionales han pasado de ignorar estos movimientos tectónicos sociológicos a justo lo contrario (manipulación y ciencia ficción incluida). La semana pasada, de manera reiterada, el #15m y sus hastags herederos fueron trending topic en Twitter un día detrás de otro, pero los medios de comunicación (salvo honrosas excepciones como la de Público) apenas se hicieron eco. Y eso que llevan ya un tiempo convirtiendo en noticia "sucedidos" varios que se han dado en esta red social. No fue hasta que se vio el éxito de las convocatorias cuando decidieron hacerse eco de las mismas y, por lo tanto, hacerlas llegar al mundo que se sitúa al otro lado de la brecha digital.

Ahora se ha pasado al otro extremo, y no hay editorial de periódico o tertulia radiofónica que se precie que no trate el tema. Magnificando y distorsionando un fenómeno que debe tomarse como lo que es: ciudadanos de muy distinto perfil e intereseses se han "activado" para mostrar su desafección frente a la política de este país o, mejor dicho, el modo de hacer política en este país, secuestrada por los dos grandes partidos, el PPSOE. Algo que los ciudadanos ya llevan diciendo hace tiempo cuando el CIS les pregunta por los principales problemas que afronta España y, sistemáticamente, colocan a la política y los políticos en los primeros puestos.

 Viñeta de El Roto, 17-05-2011

Evidentemente la crisis, el paro, los rescates a los bancos, los recortes sociales, los deshaucios hipotecarios, la corrupción, la falta de transparencia... eran motivaciones que animaban a los participantes en las marchas del domingo (y de muchas personas que se quedaron en casa y volverán a hacer lo porpio el próximo domingo). Pero que nadie se lleve a engaño, el único sustrato común que sirvió para aglutinar a una heterogeneidad así de gente fue (es) el rechazo a lo que de manera tan simplista como gráfica viene llamándose sistema bipartidista. Punto.

Mucha gente no se siente representada por unos políticos que no funcionan más que como engranajes de una pesada y alejada maquinaria: sus partidos. Partidos que no se sabe muy bien qué quieren, qué defienden y a quién representan. Aunque las tres preguntas probablemente puedan responderse con una palabra: poder.

Los ciudadanos sólo existimos cuando llega el momento de votar. Y ese momento es un "conmigo y contra el otro". Ya no se tiene ni la deferencia de presentar un proyecto que justifique el apoyo. Se pide el voto para evitar que el otro alcance/siga en el poder. Llevamos así muchos años y tenía que llegar un momento en que se prendiera la chispa.

En este sentido la crisis económica va a funcionar como oportunidad, en la medida en que se está viendo a los políticos más alejados de la realidad ciudadana que nunca. Especialmente al que ocupa el poder, claro.

En el PP se frotan las manos. Piensan que el 22M una gran parte del electorado socialista va a quedarse en casa o va a diluir su voto en formaciones más pequeñas. Ya se sabe, a ganar por incomparecencia del electorado socialista, "que a los míos los tengo tan movilizados como siempre". El PSOE lo sabe, y entona ese lamento conocido y gastado del "hay que votar (a mi, el voto útil, claro) para evitar que llegue la derecha". Precisamente de ese discurso de unos y otros es de lo que mucha gente se ha hartado. ¿No es surrealista ir a votar a tu alcalde en un contexto así?

 Viñeta de Peridis, 17-05-2011

Por otra parte, hay que ser consciente de que van a plantear estas concentraciones como el juego exclusivo de jóvenes radicales, antisistemas, "perroflautas", "aburguesados"... De todo se está oyendo en los medios de comunicación. Repito, se trata de una heterogeneidad de personas, aunque mayoritariamente jóvenes, con distintos perfiles e intereses a los que une una profunda desafección hacia la política nacional en que se traduce el turnismo político PSOE-PP.

También resulta chocante ver a IU ponerse al frente de las movilizaciones. Tras años de perennes luchas internas que han alejado a la formación de la supuesta refundación que quería acometer para volver a la realidad, se ha encontrado con el paso cambiado y en un momento en que puede verse obligado a compartir su espacio político con formaciones de nuevo cuño. Desde luego se va a ver muy favorecido por este movimiento, pero que no piensen que van a cabalgar esta ola sin más. En estas elecciones locales sus proyectos y candidatos locales llegan más a los electores. En cambio, ¿cuál es su proyecto nacional?

Las concentraciones del #15m auguran el comienzo del cambio a un nuevo modelo o, mejor dicho, a una adaptación del actual. La democracia representativa no va a desaparecer, pero va a mutar hacia un modelo mucho más participativo en el que las nuevas tecnologías van a jugar un papel determinante favoreciendo la interacción del poder político con los ciudadanos, elevando las cotas de transparencia y de responsabilidad gracias a los principios del gobierno abierto.

Ello va a exigir, a su vez, una reforma de las actuales estructuras de representación, modificando el sistema electoral para hacerlo más representativo; eliminando instrumentos como el de las lista cerradas y actualizando elementos como la mal llamada disciplina parlamentaria de grupo, para favorecer la responsabilidad del representate frente a sus representados; revitalizando herramientas como la iniciativa legislativa popular para favorecer y facilitar su uso, etc.

Todo ello necesita de una ciudadanía activa, crítica, vigilante y participativa. Que esté dispuesta a ejercer una función fiscalizadora para con sus representantes, pero que esté dispuesta también a mojarse, a participar, a promover el cambio y, dado el caso, a cruzar la línea y pasar de ser representado para ser representante. Para ello no hace falta convertirse en político, necesariamente. Puede hacerse desde organizaciones sociales y ciudadanas a través de las que aglutinar importantes corrientes sociales. No puede haber mayor lobby que el de la propia ciudadanía.

Dadas las circunstancias, el mayor ejercicio de reacción que podemos poner en marcha para poner de relieve nuestra indignación es ir a votar el domingo para llenar las urnas. Demostrar que seguimos creyendo en nuestra democracia, pero no en sus grande partidos y en su manera de hacer política. Estamos en el contexto de unas elecciones municipales y autonómicas, no es cualquier cosa. Al final son las administraciones cuya actuación (o inacción) más nos afecta. Vota aquél proyecto que más te seduzca. Pero como probablemente eso no ocurra cuando analices las candidatutas de PPSOE, que han hipotecado a sus candidatos y sus proyectos con una campaña en clave nacional y una apuesta limitada a su "marca", simplemente, no les votes.

 Viñeta de MEL, 14-05-2011

Yo no defiendo exactamente el #nolesvotes, aunque comparto su filosofía. Pero ellos nacen como reacción a algo tan concreto como la Ley Sinde. Y la gran reacción debe ser frente al modelo político partitocrático del que es fruto. No votes PPSOE (salvo que tengas la suerte de que en tu ciudad presentan un proyecto auténtico, que lo dudo). Vota opciones minoritarias que puedan convencerte. Y, si no, simplemete vota en blanco o nulo, aunque indirectamente favorezcas los resultados de las grandes formaciones. Pero vota.

Y a partir del 23M, actívate de verdad y participa. Desde la sociedad civil y, si te ves con fuerzas, desde los partidos. Los partidos políticos los forman personas y deberían ser lo que éstas quieran que sean. Incluso nacerán nuevas formaciones que están por hacer y que te permitirán tener voz y aportar tu granito de arena para derrumbar las murallas del sistema electoral y entrar de lleno en la fortaleza de la política nacional, abriéndola a la ciudadanía.

Mi apuesta y esperanza está clara: Equo.

Como estos día he leído, la política es aquello que ocurre mientras los partidos políticos están de campaña. Por cierto, genial la viñeta de El Roto de hoy en El País:

miércoles, 11 de mayo de 2011

22M: ¿elecciones generales?

El próximo domingo 22 de mayo los ciudadanos de este país tenemos una nueva cita con las urnas, en este caso para elegir a nuestros representantes en los ayuntamientos y en la mayoría de los parlamentos autonómicos. Una nueva fiesta de la democracia, si tiramos de manido tópico. Sin embargo, sospecho que el ambiente no será precisamente de fiesta, y que muchos ciudadanos no acudirán a la cita o bien lo harán desmotivados, apáticos y faltos de ilusión. No es para menos. Tenemos que elegir a las personas que van a regir el destino de nuestras ciudades y de nuestras Comunidades Autónomas y, sin embargo, parece que nos enfrentamos a unas elecciones generales.

Viñeta de Vergara, 10-05-2011

Por un lado por el papel de los dos grandes partidos políticos, especialmente el PP, ansioso por convertir los resultados del 22M en una suerte de plebiscito a su favor que siente las bases para su desembarco en La Moncloa. Pero también por parte del PSOE que, a pesar de su eslogan (Para que gane tu ciudad) y su pretendida estrategia de centrase en "lo local", no está desaprovechando la oportunidad de utilizar los desbarres de dirigentes populares (por supuesto no puestos en cuestión por el señor Rajoy) para tocar la corneta y llamar a las urnas a sus simpatizantes para frenar a "la derecha más a la derecha de Europa". O si no, no se entiende el discurso de sus "cabezas de cartel" (empeñados en hablar de la política nacional, como Rubalcaba o Chacón).

Por otro lado, está claro que los medios de comunicación están jugando un papel determinante a la hora de trasladar esta imagen, esta sensación. Lo que se ve reforzado con la regulación de la cobertura informativa electoral que las televisiones han de dar a los distintos partidos políticos en función de su representatividad, tema que ya tratamos en un post anterior y que sirve para asentar la imagen de que sólo existen estas dos grandes formaciones políticas, condenándose al ostracismo a las minoritarias. Así que se refuerzan sus mensajes simples y simplistas de confrontación y no se habla de nuestras ciudades y de nuestras Comunidades Autónomas.

Tengo la íntima convicción de que no interesa que se hable, que se analicen las cosas, que se debata. Cuanto más sencillo y plano el discurso, mejor. Se apela a los sentimientos (por desgracia algunos lo hacen a la bilis), más que a la razón. Es lo malo de presentar las cosas desde dos ópticas, únicamente. De hacer de la política un blanco o negro, un conmigo o contra mí (aunque unos abusan más que los otros de esta táctica, todo sea dicho). Esto no es un partido de fútbol y, por tanto, no debería tratarse a los ciudadanos como forofos que deben apoyar a uno u otro equipo.

Viñeta de Forges, 03-03-2011

Por eso, quizá, apenas hay debates (aunque unos se prestan menos a debatir que los otros, todo sea dicho) y los que hay están tan encorsetados que no responden a ese concepto. O se limita la capacidad de acceso a la información de los medios (y, por tanto, de los ciudadanos) distribuyendo material gráfico y de video (debidamente editado para que entre la frase deseada en el telediario) en exclusiva de sus actos públicos. O se hace de ese engendro que son las ruedas de prensa sin preguntas un hecho cotidiano (de nuevo, unos más que los otros, todo sea dicho) al que, por fin, parece que los medios quieren plantar cara (iniciativa #sinpreguntasnocobertura). De manera consecuente, y salvo honrosas excepciones, el uso que los grandes partidos políticos y sus candidatos hacen de las redes sociales no pasan de ser ejercicios de marketing narcisista. No entienden, salvo honrosas excepciones, el carácter bidireccional de estos canales en los que se exponen al mismo nivel que cualquier otro ciudadano, como si bajaran a la calle y fueran interpelados por algunos transeuntes. No se trata sólo de promocionar su candidatura. Ni siquiera de difundir su programa, que también. Tienen que estar abiertos a recibir un feedback de una manera natural. Para la propaganda ya están los bloques electorales de los telediarios, como decíamos.

Me duele que se pervierta de esta manera el sentido último de unas elecciones autonómicas y locales especialmente relevantes en un contexto como el actual, ya que estas dos administraciones son las que están más directamente implicadas en la prestación de los servicios públicos que la crisis que atravesamos está erosionando (da para otro post reflexionar sobre por qué después de treinta años de estado autonómico, con el volumen competencial gestionado por estas administraciones, parece que aun los ciudadanos no hemos asimilado lo que representa el modelo). Se debiera evaluar si la gestión desarrollada por nuestros regidores locales y regionales ha sido acertada o no; si su comportamiento ha sido ético o no; si tienen un proyecto o un modelo de futuro que vaya más allá de la marca o las siglas de su partido o si representan una alternativa...

Se siembra más hastío, más desafección... más statu quo.

En entradas anteriores ya hablábamos de que algo se mueve. Este domingo se han convocado por toda España movilizaciones. Se trata del movimiento Democracia Real Ya. Llama la atención que son jóvenes, tradicionalmente poco activos políticamente. Vienen azuzados por convocatorias anteriores como la de Juventud Sin Futuro y los fenómenos de los libros Indignaos y Reacciona, ampliamente difundidos en las redes sociales. Y su manifiesto, que podrá ser compartido en mayor o menor parte, ante todo demuestra una cosa: algo se mueve. Y lo hace al margen de la ortodoxia partitocrática (pero desde dentro del sistema). Seamos conscientes. Los partidos políticos tradicionales y la forma tradicional de hacer política empieza a ser puesta en entredicho. Atentos.



miércoles, 20 de abril de 2011

La aconfesionalidad del Estado.

La reciente sentencia del Tribunal Constitucional que ampara a una profesora de religión despedida por estar casada por lo civil con un hombre divorciado, sirve para localizar el foco, una vez más, sobre una de las zonas más borrosas de nuestro modelo de Estado: cómo se conjuga la constitucionalmente declarada  aconfesionalidad del Estado con el papel que se deja jugar a la Iglesia Católica en la vida pública y, más concretamente, en la educación.

Recordemos que el artículo 16 de la Constitución reconoce como derecho fundamental la libertad ideológica, religiosa y de culto, recogiendo expresamente que nadie podrá ser obligado a declarar sobre su ideología, religión o creencias. Y en su último apartado establece la aconfesionalidad del Estado, sin perjuicio de que los poderes públicos deban tener en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española, manteniendo "las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia Católica y las demás confesiones".

Esta regulación, fruto de su época y contexto histórico (la Transición) pretendía acabar con las cuatro décadas de nacionalcatolicismo del franquismo, durante las cuales la Iglesia ejerció como un poder del Estado más. Y se tradujo en los famosos Acuerdos con la Santa Sede, una figura jurídica extraña que, en realidad, representa una tratado internacional entre dos estados y que, aunque fue firmado el 3 de enero de 1979, tiene un marcado carácter preconstitucional, en la medida en que su texto fue negociado y acordado con anterioridad a la aprobación de la propia Carta Magna, como se reconoce en el propio texto del Acuerdo.

La necesidad de cooperar con "las demás confesiones", tal y como establece la Constitución, determinó la suscripción de sendos Acuerdos de Cooperación del Estado con la Federación de Entidades Religiosas Evangélicas de España, la Federación de Comunidades Israelitas y la Comisión Islámica de España (hecho que no se produjo hasta bien consolidada la democracia, en 1992, y tras la aprobación de las Leyes 24, 25 y 26/1992). Aunque, es evidente, la posición de ninguna de estas confesiones está equiparada con la de la Iglesia Católica.

Lo más obvio, en el ámbito de la financiación. El Estado lleva financiando a la Iglesia Católica todo este tiempo. Hasta hace unos pocos años con una consignación presupuestaria específica que se añadía a la cifra recaudada fruto de la "casilla" del IRPF. En 2006, el Gobierno del laicista Zapatero y la "perseguida" Iglesia  española alcanzaron un Acuero para, casi treinta años después, dar cumplimiento a los Acuerdos de 1979, que en materia económica comprendían garantizar el sostenimiento económico de la Iglesia a través de la cesión de un porcentaje del IRPF de aquellos contribuyentes que así lo decidieron. Hasta ese acuerdo, el porcentaje era del 0,5% (al que se adicionaba una consignación específica en los Presupuestos). Desde ese momento, desaparece, por fin, la consignación presupuestaria y se eleva el porcentaje hasta el 0,7%. En 2010 un 34% de los contribuyentes marcaron la casilla de la Iglesia en su declaración del IRPF. Eso en un país en el que un 73% se declara católico.



Un Estado declaradamente aconfesional no debería financiar a la Iglesia Católica, ya que ello no es una derivada directa de las relaciones de cooperación que la Constitución señala que debe sostener con ella. Especialmente cuando no hace lo mismo con respecto a las otras confesiones que, repito, no tendría que hacer en ningún caso. Pero es que, encima, se produce este agravio comparativo que determina una quiebra evidente de la supuesta aconfesionalidad.

Algunos arguyen que no es el Estado el que financia a la Iglesia, sino sus fieles, al marcar la famosa casilla. Nada más lejos de la realidad. Ese 0,7% de las contribuciones de esos ciudadanos que acaban en manos del clero no se destinan no ya a fines sociales. No se destinan a construir carreteras, hospitales, a pagar pensiones... Representa un mordisco a los ingresos estatales con carácter finalista. Somos todos los que financiamos a la Iglesia, porque estos devotos contribuyentes que marcan la susodicha casilla no están aportando un 0,7% más para financiar su Iglesia. Aportan lo mismo que cualquier otro. La Iglesia la financian los fieles cuando existe un auténtico impuesto religioso, como en Alemania, ejemplo paradigmático. Allí, ser fiel de una confesión te convierte automáticamente en sujeto pasivo de un impuesto destinado a financiar la correspondiente Iglesia.

Pero, para mi, lo más aberrante del papel que estamos, como sociedad, dejando jugar a la Iglesia no es esto. Lo más aberrante llega en el ámbito de la educación. Volvamos al texto constitucional. En su artículo 27  (paradigma de las componendas "transicionales") se regula el derecho fundamental a la educación. Y allí se reconoce el derecho "que asiste a los padres para que sus hijos reciban la formación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones". La clase de religión es una derivada directa de ello, pero no necesaria. Es fruto de una interpretación concreta y específica. Nada impide que, por ejemplo, la clase de religión sea impartida en horario extraescolar. Igual que se apunta a los niños a clases de inglés, kárate o música, se les puede llevar a clase de religión. No tiene que estar incluída en el currículum académico ni ocupar espacio en el apretado horario escolar, al que ya le falta tiempo para lengua, matemáticas, etc... Actividad extraescolar que, por cierto, no tendría ni por qué impartirse en las instalaciones del centro escolar (donde a estas alturas todavía se discute si de las paredes de sus aulas pueden pender crucifijos o no). Ni que tendría que ser financiada con dinero público.

Pero no sólo se dan todos esos supuestos, sino que se produce la paradoja de que los profesores de religión son seleccionados (y descartados) libremente por la Iglesia, pero laboralmente dependen de la administración educativa que les paga. Despide la Iglesia, sujeta a las selectas y selectivas leyes divinas -una  mujer casada por lo civil con un divorciado no puede impartir religión, pero no tiene problema alguno en casar en la Almudena a una divorciada con el heredero al trono-, pero la demanda por improcedencia (o por violación de un derecho fundamental) según las leyes humanas la sufre la Administración. O, lo que es lo mismo, la sufrimos todos.

A esta Iglesia a la que pagamos todos, se le permite extender sus tentáculos a la educación de nuestros hijos. No ya a través de las clases de marras, sino a través de la financiación de los centros concertados (que me expliquen en qué parte de la Constitución se dice que será obligatorio concertar con todo centro educativo que pretenda abrir sus puertas) que convierten a nuestro país en un modelo único en Europa y nuestra escuela pública en un reducto cada vez más depauperado y más parecido a guetos educativos para colectivos marginados y sin medios y minorías.

Y esta Iglesia a la que pagamos todos, se permite ejercer de lobby asfixiante en temas que van del ámbito de la moral pública a la sanidad, encendiendo las bajas pasiones de mucha gente (no precisamente de los que, hartos, quieren dejar de ser considerados oficialmente "hijos" de esta Iglesia, y no pueden).



Por todo ello, y con la excusa de la sentencia del Tribunal Constitucional y estas fechas (lo digo por la campaña de la Renta, no os equivoqueis): a la hora de hacer la declaración, marcad la casilla de la X solidaria.





viernes, 15 de abril de 2011

La tasa Robin Hood


 ¿Alguien se acuerda de la tasa Tobin? Sí hombre, sí. Aquella propuesta lanzada por el economista y premio Nobel norteamericano James Tobin en los años setenta, en plena crisis de divisas tras saltar por los aires el sistema de Bretton Woods. Y es que su razón de ser, cuando Tobin presentó su propuesta, era favorecer la estabilidad de los mercados internacionales de divisas, penalizando aquellas transacciones financieras puramente especulativas que amenazaban con desestabilizar una moneda.

Esta propuesta, que ha permanecido guardada al fondo del cajón de la economía en estas décadas de orgía desregularizadora, retorna ahora con fuerza. Y no sólo de la mano de sus clásicos defensores, los movimientos altermundialistas y ciertas ONGs, que nunca abandonaron la idea, sino también por parte de líderes políticos y económicos mundiales. Ello fundamentalmente a raíz de la crisis financiera y económica mundial en la que seguimos enfangados desde hace casi tres años, precisamente como consecuencia de esos diábolicos ejercicios de ingeneria financiera que no han creado ningún valor (más allá de los obscenos beneficios para las castas de las cities y los Wall Streets, claro). Sirva un dato como muestra: según el Banco Internacional de Pagos de Basilea, en 2010, en plena crisis, el mercado internacional de divisas movía un volumen un 20% superior al de 2007. Ello se traducía en que, del total de operaciones cambiarias que se realizaban a diario en el mundo, sólo un 2% llevan asociados intercambios comerciales. O lo que es lo mismo, sólo un 2% de esas operaciones tiene como base eso dado en llamarse la "economía real" (o lo que es lo mismo, tú empleo o el mío). De aquellos polvos nos vinieron estos lodos (si aun no lo has visto, tienes que ver el documental ganador del último Óscar: Inside Job).

El contexto actual (la ciudadanía de a pie pagando los excesos de una élite que continúa engordando sus cuentas corrientes) y el márketing (y la ONG que está impulsando la campaña con fuerza, Oxfam) han determinado que la tasa Tobin o tasa para las transacciones financieras haya sido relanzada como tasa Robin Hood.




Consistiría en gravar con una cifra próxima al 0.05 % esos grandes movimientos transfronterizos de capital, la inmensa mayoría de ellos con un marcado carácter especulativo. El objetivo sería doble: por un lado desincentivar estas actuaciones (aunque no dejo de preguntarme si un 0.05 % será precisamente un gran desincentivo) y, por otro, recaudar una nada desdeñable cifra próxima a los 300.000 millones de euros anuales con los que, entre otras cosas, podrían financiarse los Objetivos del Milenio.

En la actualidad, se está presionando para que el G-20 impulse la adopción de esta tasa, y parece que hay gobiernos tan relevantes (y amigos del populismo y el cálculo electoral, dicho sea de paso), como el francés de Sarkozy o el alemán de Merkel, que apoyan esta medida. Además, 1.000 economistas de todo el mundo (incluyendo algunos tan relevantes como Joseph Stiglitz, Paul Krugman o Jeffrey Sachs) han firmado una carta dirigida a los miembros del G-20 instándoles a dar los pasos necesarios para poner en marcha esta iniciativa.

Estos días la iniciativa está teniendo bastante repercusión mediática, no pretendo contar nada nuevo. Sólo dar difusión (en la medida de mis humildes posibilidades) a una medida interesante que parece increíble que no haya salido aun adelante (signo de los tiempos). Una de las justificaciones (lamentables) que se esgrimen es que, al final, las instituciones financieras acabarán repercutiendo esta tasa a nosotros, los ciudadanos, sus clientes. Habrá que estar vigilantes, las instituciones y nosotros. Como debiéramos estarlo siempre. ¿Has oído hablar de la banca ética? ¿Sabes que hay organizaciones que trabajan por favorecer la transparencia de nuestras empresas exigiéndoles que den cuenta de lo que hacen con nuestro dinero?

Hay que ser exigentes. No ya con los bancos, que también. Con quien debería dictarles unas reglas de juego. Con quién debería estar a nuestro servicio y no al suyo. Nuestros representantes. Actívate, y lanza tu flecha.