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miércoles, 10 de agosto de 2011

El patio trasero de la sociedad del bienestar.

Tras Londres otras grandes ciudades británicas como Birmingham, Liverpool o Manchester también arden. London Calling. No soy aspirante a sociólogo o antropólogo, por lo que tampoco aspiro a desarrollar cábala alguna sobre la razón de ser de estos sucesos que dan continuidad, varios veranos depués, a aquellas revueltas en las banlieus parisinas. En otro país con otro modelo de integración y protección social, cierto. Pero en la misma Europa cuna de derechos y libertades civiles, sí, pero de un estado del bienestar que hoy vemos desmoronarse ante nuestros ojos, también.

Cábala ninguna, decía. Opinión pura y dura. Convicción. Porque estoy profundamente convencido de que estos sucesos están relacionados con la situación de nuestro estado del bienestar. Un 'estado' fallido o, cuanto menos, en estado comatoso. Lejos quedan los años de la segunda posguerra mundial, que alumbraron una serie de derechos sociales, complementarios y correlativos de los civiles y políticos, que cristalizaron, precisamente, en el estado del bienestar. Se trataba de ganar en cohesión social, por la vía de una mayor profundización en la igualdad (no sólo formal, material también) y en la equidad.

Eran los años de la dualidad ideológica, económica, cultural... de los bloques. Había que demostrar que a este lado del telón de acero no sólo se era más libre, sino que también se vivía mejor. Así se vivió la edad dorada del estado del bienestar, generalizado a la mayor parte de países de Europa occidental (lamentablemente, entre la excepciones se encontrana la gris España de Franco) que, paralelamente, habían puesto en marcha el proceso de integración europea.

Tras la crisis del petróleo de finales de los años 70 y la llegada al poder de los neoliberales de Reagan en EE.UU. y Thatcher en Reino Unido (con sus políticas del rolling back the frontiers of the State) comienza el progresivo y lento declive del estado del bienestar (que en algunos países como España empezaba a construirse entonces, en ese contexto), avalado por el envoltorio académico proporcionado por la Escuela de Chicago de Friedman y sus acólitos, que se encargaron de dar la puntilla a un keynesianismo con más de tres décadas de recorrido.

La caída del muro de Berlín sirvió para certificar el advenimiento de un pensamiento único que se escudaba no ya en la inevitable globalización del éxito capitalista, sino en el fin de las ideologías, en el fin de la Historia (Fukuyama dixit). La economía (lo de democracia ya se encargaba China de desmentirlo) liberal servía de sustento ideológico a todo, lo justificaba todo. Y, en parte, eso es cierto. En nuestra sociedad hiperconsumista, hipercompetitiva e hipermaterialista parece no haber más objetivo que ser más y mejor que el de al lado. El estatus social resumido en la casa en que se vive, el coche que se conduce y las vacaciones que se disfrutan. ¿El precio? Ser más infelices, cargarnos el medioambiente, condenar a la miseria a millones de personas... La sociedad deshumanizada. No hay como una buena crisis para desnudar tal incoherente paradoja.

El perenne drama somalí es responsabilidad nuestra, como sociedad. Como también lo es el, a otra escala, drama de los guetos de Londres, París o Madrid. Como también lo es, a otro nivel, el drama de los millones de jóvenes en paro y sin futuro (muchos sin estudios). La mesocracia de la época de la abundancia ha saltado por los aires para dejar al descubierto una sociedad empobrecida, casi sin valores y con un futuro incierto. Papá-Estado, de quién ahora nos acordamos, sigue aquí, aunque debilitado tras tantos años de desregulación y adelgazamiento. Su patio trasero (otrora reservado a los reducidos focos de marginalidad de los arrabales de las grandes ciudades) está más lleno que nunca de ciudadanos desfavorecidos que ponen de manifiesto lo insostenible de un sistema que da la espalda a la igualdad y la equidad o, lo que es lo mismo, que da la espala a sus ciudadanos.

Los disturbios de Londres, con todas sus diferencias, tienen algo en común con los movimientos estudiantiles en Chile o el del 15M español o el de los indignados israelíes (no obvio que mientras en Londres se saquean comercios para hacerse con móviles de gama alta y ropa de marca, en Sol se debate de manera pacífica sobre ideas para mejorar la realidad): son reflejo de una frustración colectiva o, mejor, dicho, de un fracaso colectivo. El de una sociedad incapaz de garantizar a sus hijos un futuro mejor que el presente que disfrutan sus padres.

La conjución de la mayor crisis económica desde la Gran Depresión, la generación más y mejor formada de la Historia y el fenómeno disruptivo que ha supuesto Internet nos coloca en un punto de inflexión único para abrir la puerta a un nuevo modelo, un nuevo sistema que ha de tener como señas de identidad una sociedad civil activa y participativa, la transparencia (proactiva) de todos los estratos de poder y la equidad social (para lo cual la educación ha de ser, necesariamente, pilar fundamental). Dando por bueno el aforismo "einsteiniano", no podemos esperar resultados distintos haciendo lo mismo que hasta ahora.

Frente a la locura desreguladora neoliberal, más regulación (que evite que la economía productiva sea apisonada por la economía 'de casino'). Frente al recorte del papel del Estado en la sociedad, más Estado (entendiendo que el Estado, la Administración de la cosa pública, somos todos). Frente a una Europa en punto muerto en la que la libertad de circulación se reduce a mercancías y capitales, más Europa (en el contexto de un mundo globalizado e interconectado).

Una sociedad más responsable, más participativa, más activa. ¡A activarse!

2 comentarios:

  1. Así como creo que estamos viviendo algo único con el desarrollo de Internet y que nunca volverá a ser como la conocemos ...

    Con la economía creo que está pasando algo parecido. La globalización ha traido unos cambios sin precedentes ... Estamos desconcertados, no sabemos qué ocurre ... Sólo sabemos que vamos a peor, eso nos dicen ... eso sentimos, eso vivimos ...

    Un poquito de lectura: http://www.cuartopoder.es/casidesnuda/si-los-mercados-vinieran-en-tanque/1109

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  2. Coincido con tus planteamientos de principio a fin :)

    Y sobre todo con el análisis final que haces de la frustración generada y el punto de inflexion que deberia servir para que la sociedad civil dijera NO al neoliberlismo y a la desregulación que nos han dejado en la situacion en la que estamos, y seamos capaces de exigir un Estado más fuerte con una Administración, abierta, transparente, de TODOS y una EUROPA unida y fuerte que no cierre fronteras que sea capaz de ser algo más que un espacio de libre circulacion del dinero o de mercancias....

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